-         Chicas, tengo algo importante que contaros.

Dio otro largo trago a su cerveza ante la atenta mirada de Nhyla, Raven y Harper. Octavia se encontraba a su lado, y ambas se miraron de reojo antes de que la rubia siguiera hablando, la morena de ojos esmeralda hizo un suave gesto con la cabeza animándola a continuar.

-         ¿Qué pasa Griffin? ¿Vas a contarnos por fin por qué estás así? Nos tienes muy preocupada, chica – puntualizó Harper viendo como Clarke tragaba el ambarino líquido algo nerviosa.

-         Sí...no puedo callármelo más, no quiero tener que guardarlo como un secreto y que O. tenga que cargar con el no poder contaros nada.

-         ¿Ha pasado algo más con Blake? – preguntó Nhyla con toda la inocencia del mundo.

-         Sí, pero no con el Blake que creéis – y otro trago más, estaba resultando más difícil de lo que creía.

-         ¿Cómo? – esta vez fue Raven la que preguntó.

-         Veréis...

Y Clarke les contó toda la historia, desde el primer encuentro con Lexa en el baño del G Lounge aquella noche de fiesta, pasando por su ruptura con Bellamy, su tormentosa y excitante relación, si podía llamarse así, con la camarera, hasta el momento en el que llegó tarde aquella mañana al aeropuerto. Sus amigas la miraban alucinada, sin poderse creer que no se hubieran dado cuenta de nada, sobre todo Raven, que aún recordaba la noche en la que fue rechazada por Lexa, dándose cuenta de que aquella supuesta novia de la camarera era Clarke.

Pero eran sus amigas, esas personas que la entendían como nadie, no dudaron ni un segundo en perdonarla por tenerlas ajenas a aquel secreto, sabiendo lo duro que tenía que haber sido para ella, y entre palabras de ánimo y abrazos, intentaron calmar las miles de lágrimas que cayeron por el rostro de la rubia durante esa velada.

Pero volviendo al presente, una vez más, ahí estaba su mejor amiga Octavia para animarla.

-         No lo hagas Griffin, hoy no, limítate a disfrutar de este viaje, deja el pasado donde debe estar.

La rubia esboza una pequeña sonrisa de lado mirando a su amiga, alegrándose de tenerla siempre ahí.

-         Además, cuando volvamos seguirás teniendo en casa a ese bombón musculado esperándote con los brazos abiertos dispuesto a arrancarte la ropa – le da de nuevo un suave codazo en el brazo, haciéndola reír.

Vuelve a mirar por la ventanilla de aquel avión que ya ha despegado, pero esta vez piensa en él, en Finn, un inspector de la brigada de robos que conoció hace ya tres años y medio, con el que empezó a acostarse por mera distracción cuando estaba hundida, y que poquito a poco, se fue ganando un hueco en su vida y en su corazón. Después de año y medio de relación, se fueron a vivir juntos, y hace cuatro meses que él le pidió matrimonio y ella aceptó sin apenas pensarlo, aunque aún recuerda como la imagen de Lexa apareció en su mente cuando dijo aquel sí.

¿Quiere a Finn? Claro que le quiere, ese hombre se desvive por hacerla feliz, es perfecto, guapo, inteligente, divertido, y sobre todas las cosas, la cuida como nadie. ¿Y entonces qué falla? Que sí, que es perfecto y todo eso, pero en su interior sabe la respuesta, Finn no es Lexa. Y le da rabia, le da rabia sentirse así después de casi cinco años, porque quiere odiarla, siempre ha querido odiarla desde que se marchó, pero la realidad es que se odia a sí misma, se odia porque a día de hoy, y después de todo, aún no ha conseguido odiarla como se merece.

Suspira, apoyando la barbilla en su mano mirando otra vez por la ventanilla del avión, observando por encima de las nubes, esperando que esa ciudad a la que van, al menos durante esos diez días, consiga hacerle olvidar un poco sus recuerdos.

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