—Aquí vivo —contesta.

Pasa por mi lado y se dirige a la cocina.

A veces admito que mi coeficiente intelectual no es el mejor, pero tampoco soy una burra y la verdad no estoy comprendiendo.

Me doy media vuelta y lo sigo.

—¿Vives? —pregunto.

Eso me suena a presente. Deja el par de bolsas que trae colgando a los lados de sus dos manos, encima de la cubierta, luego se da la vuelta para darme la cara. Se cruza de brazos y me mira directamente a los ojos. Me siento intimidada, como la primera vez que nos vimos.

—¿No querías que volviera? —cuestiona expectante—. He venido para quedarme. Lo que no significa que tengas que irte —explica.

El corazón comienza a palpitarme con apremio, percibo el calor recorrer mi cuerpo y pienso que en cualquier momento voy a desmayarme. De forma cautelosa me pellizco el brazo, pero eso me ha dolido en verdad. Daron juntan sus cejas y luego sonríe con diversión.

—No es un sueño, ¿de verdad no me crees? —dice.

Acaricio mi brazo para aliviar el dolor provocado por mi insensatez. Se acerca a mí y toma mi mentón entre sus dedos con delicadeza, fijando mi mirada en sus inevitables ojos verdes esmeralda.

—Vengo a quedarme contigo, mon amour —Sus palabras salen a modo de susurro y la piel se me eriza en cosa de segundos.

¡Oh santa madre de la papaya! ¡Su voz es tan ardiente cuando susurra! El corazón me baja a la entrepierna, aunque no se vea y parezca algo imposible; sus palpitaciones me hacen estremecer.

—Deja de jugar conmigo, caído perverso —digo rápidamente y me suelto de su agarre.

Lo escucho reír con esa voz tan particular suya, que me es inevitable ignorar el cosquilleo que estoy sintiendo en mi entrepierna. Le doy la espalda, para ocultar el rojo carmesí de mis mejillas.

Hoy hace calor en exceso.

—Caído perverso —repite coquetamente.

Qué me pasa, que no puedo controlar lo que estoy sintiendo ahora mismo cada vez que habla.

—Ese apodo me gusta, es sexi y ardiente, como tú y yo —mantengo la respiración—. No es un juego, Nathalia —aclara—. Vengo a ser completamente tuyo.

Me cruzo de brazos y me giro para contemplarlo.

—Claro que sí. Tú aceptaste irte a donde perteneces y me dijiste que no podías volver, que no podías quedarte y que yo había dicho las cosas muy tarde —arqueo una ceja—. Y ahora te apareces de la nada y me dices que te quedarás, ¿a qué estás jugando? ¿Qué es eso de que vas... a hacer mío? —Eso último me hace titubear.

—Depende a que quieres que juegue —Su lengua moja su labio inferior y su mirada coqueta me escruta—. Y lo de ser tuyo, es literal. Quiero ser tuyo, para siempre.

¡Maldita sea!

—Estoy hablando en serio, Daron —agrego fingiendo molestia.

Pero muy dentro de mí, mi corazón está saltando en una pierna, mientras se mueve al ritmo de la canción más pegadiza del mundo. De la misma forma, el miedo se impregna en mí. No quiero que esto sea solo un sueño, ni una jugarreta de mi mente. No quiero que sea solo un espejismo, ni una fantasía. Últimamente en eso es en lo que se ha convertido mi vida.

—No estoy jugando contigo, vine solo por ti, para quedarme a tu lado —Se acerca y toma mi rostro entre sus manos—. Mi amor por ti es lo que me tiene aquí. Siento mucho haberte lastimado antes, nunca fue mi intención herirte si es que lo hice, suplico tu perdón.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon