Capítulo 40

21.3K 2.1K 208
                                    

NATHALIA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

NATHALIA

—Llegamos.

Susurra suavemente en mi oído, mi piel se eriza en cuestión de segundos y al abrir los ojos me encuentro con los suyos; tan hermosos como dos grandes estrellas en el firmamento.

Me observan misteriosamente.

Él me sonríe, porque seguramente estoy contemplándolo como una estúpida, embelesada por el orgullo que me causa. Mis mejillas se entibian con el calor que se ha plantado en ellas y ruego porque él se dé cuenta del efecto tan arrebatador que causa en mí el solo hecho de que me mire como lo hace.

No quiero verme obligada a tener que decir con palabras lo que me dicta el corazón. Me pone a salvo en el suelo y dándome la espalda agrega:

—Estás sana y salva, como prometí siempre mantenerte —dice—. Nos vemos.

Qué puñalada siente mi corazón.

—Sabía que no te quedarías, pero ¿Tan pronto debes irte? —Mi voz suena a pura decepción.

No deseo que se marche.

—No puedo quedarme más tiempo del que se me ha permitido.

—¿Por qué no decirme desde un principio la verdad? —suelto una risita nostálgica.

Qué pesar tan grande.

—Nathalia... —Lo interrumpo.

—Necesito que sepas algo antes de que te marches...

He decidido confesar aquello que me atormenta y que no quiero asumir en voz alta. Lentamente lo veo girarse por completo y sus ojos vuelven a encontrarse con los míos, me observan en completo silencio; las facciones de su rostro no expresan nada más que neutralidad y misterio.

—Desde que te fuiste... —Un nudo se atora en mi garganta y cierro los ojos para deshacerlo y poder continuar—. Supe lo que es estar sin la persona que amas y el significado de tener que resignarte cuando no deseas hacerlo.

Me quedo en silencio y agacho la mirada, para ver si en el suelo puedo encontrar la valentía que está a punto de escaparse.

—Es tan verdadero ese dicho... —continúo—. Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. No quiero aceptar esto en voz alta, pero ya he decidido abrir la boca, así que simplemente lo diré. Mis sentimientos hacia ti se han convertido en lo que más temí.

Hago una pausa para examinar su mirada, pero no logro percibir algún cambio en ella, ninguna reacción en su postura, ningún gesto en su rostro ante mis palabras.

—¿Y qué es lo que temías?

—Amarte... —musito en un tono bajo, para evitar que mi voz se quiebre—. Te irás y no regresarás, no dejarás lo que hayas conseguido allá por estar conmigo, sabiendo que no soy eterna al igual que tú, ¿verdad? —El dolor está ahogándome—. Pero no importa, de todos modos, quiero decirlo y que lo sepas. Te amo, te amo y estoy dispuesta a vivir solo para a hacerlo.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora