Capítulo 2

56.4K 4.5K 571
                                    

NATHALIA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

NATHALIA

Camino sola por las oscuras calles de Borgoña, mi querido mejor amigo —que es más como una amiga—, se ha marchado con un desconocido a tener sexo quien sabe a dónde; dejándome tirada a mi suerte. La noche está más fría de lo común o tal vez simplemente estoy muy borracha, pero creo que es más lo segundo que lo primero. Echo una mirada al reloj de mi teléfono celular, el cual marca las tres de la mañana en punto.

—Vaya hora —murmuro, recordando que esa es la hora que le atribuyen al Diablo.

¿Acaso dicho ser existe? No, no lo creo.

Mientras mis pies avanzan sin prisa alguna, medito sobre el gran amigo que tengo, uno lo suficientemente bueno, como para dejarme volver a casa sola, nótese mi sarcasmo en esas palabras. Nadie como él. Me abrazo a mí misma, al mismo tiempo que froto mis brazos para ahuyentar el frío que está calando mis frágiles huesos, trayendo consigo una sensación escalofriante que, hace que toda la piel del cuerpo se erice en cosa de solo milisegundos.

Me siento extraña, así que empiezo a observar a mi alrededor con desconfianza, tratando de agudizar la vista entre las sombras que se forman, a causa de las lámparas que adornan cada esquina oscura de la calle. Percibo la presencia de alguien, como si estuviera persiguiéndome, acechándome entre la oscuridad o al menos eso es lo que me está haciendo creer mi mente disfuncional.

Escucho las pisadas de un par de pies y me detengo bruscamente un momento, para volver a contemplar en sigilo mi alrededor, no tengo miedo de lo que sea o de quien sea, al menos eso quiero hacerle creer a mi subconsciente.

No me considero una persona demasiado valiente, menos si es de madrugada.

¿Cómo no sentir miedo?

A pesar de no creer en ese cuento de la hora del Diablo, tengo que admitir que el mundo se percibe extraño cuando llega dicho tiempo; como si los demonios del infierno en verdad estuvieran acechando a los humanos entre las sombras, sin que los podamos percibir, y eso, aunque no lo crean, me hace estremecer. Quien sea que esté siguiéndome se ganará unos buenos insultos de mi parte.

Miro por sobre las luces de las lámparas y los juegos de sombras, cuando de pronto sale un gato de la nada, con su espeluznante maullido haciéndome recordar porque no me gustan. Suelto el aire contenido, llevándome una mano a la altura del pecho y sigo mi camino, pero ahí está de nuevo, ese sonido de pasos siguiéndome. Los escucho cada vez más claros y cercas. Vuelvo a mirar hacia atrás para ver si alguien viene, pero no logro ver nada y cuando voy a continuar mi camino choco con alguien.

—Lo siento —Me disculpo inmediatamente, pero al alzar la mirada me encuentro con alguien enmascarado apuntándome al rostro con un arma de fuego.

¡Dios del cielo! ¡Una maldita arma de fuego!

—Dame todo lo que tienes. Ahora —dice, agitando el arma entre sus manos—.

¡Date prisa! —Grita, al ver que no me muevo.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora