Si quería venir conmigo que viniera, pero le otorgaría el regalo del silencio.

Encendí las luces de la enorme habitación amueblada con armarios y estanterías de color blanco y escuché a Jungkook cerrando la puerta detrás de si.

—Bonito vestidor.

Me senté en la banqueta del tocador mirando hacia el armario de los vestidos y suspiré, desenrredándome el pelo con las manos.

—¿Necesitas ayuda con eso?

Me giré hacia él, encontrándomelo señalando mi fino camisón.

Entrecerré los ojos.

El pelo de Jungkook estaba peinado hacia un lado, sedoso y brillante como siempre.

Llevaba un traje negro, poco llamativo y bastante ajustado a su cuerpo.

Los codos apoyados sobre las rodillas y los brazos flexionados, estirando la tela del traje sobre su piel.

Se había sentado en el butacón que estaba pegado a la entrada.

—Si necesitas ayuda con algo, aquí estoy. Y gustoso te ayudaré.

Me parece que este chaval no recuerda que hace un par de noches le pateé las bolas.

Me giré hacia el espejo del tocador, decidiendo que hacer con mi cara.

Escuché a Jungkook levantarse de su sitio y avanzar por el tocador, paseando su mirada por todos los estantes.

—Me pregunto dónde guardarás la ropa interior...—soltó un suspiro, con sus pasos lentos y arrogantes resonando en mi vestidor. Jadeé, observando su reflejo abriendo cajones de mis armarios en el espejo. Sus ojos conectaron con los míos a través del cristal de mi tocador, y sonrió pícaro—. Quizás...¿aquí?

¿Qué cojones?

Bajó la vista al cajón, resoplando cuando se encontró una pila de camisetas de manga corta.

Volvió a conectar nuestras miradas en el reflejo del espejo.

—La próxima vez será—susurró. Caminó con lentitud hasta mí y se sentó sobre el tablón del tocador.

Estiró un brazo sobre los pintalabios, abriendo y cerrando todos los que elegía hasta que dio con uno de color rojo.

Lo abrió con total parsimonia y soltó un jadeo.

—Me encanta este color, ¿sabías?—ronroneó con suavidad.

Madre mía.

Mis hormonas estaban empezando a gritar.

¿Es resistente al roce?

—¿Qué?—susurré.

Mi corazón estaba empezando a volverse loco.

Mis manos estaban empezando a sudar.

Con su mano alzó mi barbilla y deslizó la barra del pintalabios sobre mis labios, haciéndome temblar.

Con ganas de más.

Como cada vez que me tocaba.

—¿Resiste al roce, Aiko?

Jadeé, tratando asimilar lo que pasaba a mi alrededor.

—No lo sé...—murmuré.

—Pues lo pondremos a prueba.

Sin previo aviso, se agachó hasta llegar a mi altura y rodeó mi cintura con un solo brazo. Me levantó sin problemas del taburete mientras que con la otra mano sujetaba el pintalabios.

Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza cuando terminó de pintarme los labios, cerró el pintalabios y lo lanzó sin cuidado hacia la derecha.

Y me besó.

Con sus hombros anchos inclinados sobre mi.

Con su brazo rodeando mi cintura y su mano acariciando mi rostro.

Con sus piernas musculadas entre las mías, levantando mi camisón.

Sus labios se movieron rápidos sobre los míos, más desesperados y deseosos que cualquier otra cosa.

Se separó de mi sin previo aviso, dejando un vacío inmensurable entre los dos.

—Al parecer es resistente al roce.

—¿Qué?

Volvió a acercarse a mí, esta vez atrapando mi labio inferior entre los dientes.

Jadeó con superioridad y lo soltó, pegándome con más fuerza a su anatomía.

Y ahí estaba yo, sentada en el tocador de mi vestidor, en camisón y lencería, con Jungkook besando tortuosamente mi cuello y mis labios pintados de un color rojo resistente al roce.

—※—

chacho la van a pasar mal con lo que sigue

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chacho la van a pasar mal con lo que sigue

no más spoilers

me aman y lo saben

todas querríamos ser Aiko

y todas le habríamos dicho que sí a jungkook con la ayuda con el pijama

ya saben ustedes

Patri.

pianist ♨ j.jungkookWhere stories live. Discover now