Capítulo 8

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Eros despertó y no perdió el tiempo, salió temprano de la casa, pues tenía asuntos de "negocios" qué atender. No planeaba quedarse mucho tiempo con su hermano, sabía perfectamente que no era bien recibido.

No pisó la mansión en todo el día.

Por el contrario, Dante ni siquiera despertó. Emma llegó por la mañana, se la había pasado bien de fiesta y ahora aprovecharía la inconciencia de su marido.

Bueno, ese fue su plan, pero le extrañó no encontrar al Omega en la habitación que suponía. Estaba agotada de una larga noche, así que decidió no buscarlo más por el momento, de igual forma aún no sabía qué hacer con él, no podía tentar su propia suerte haciéndole daño, sabiendo que Dante podría enfurecer. Ni siquiera se imaginaba las condiciones en las que el pequeño se encontraba, aunque tampoco le era de interés.

Horas después, el celular de Dante comenzó a sonar repetidas veces hasta hacerlo despertar. Se dio cuenta que era medio día cuando miró el móvil, frunció el ceño fastidiado, la cabeza le iba a reventar. Se levantó de la cama, Emma se encontraba a su lado y él ni siquiera sabía en qué momento llegó, aunque tampoco le importaba.

Tomó una ducha y se vistió para salir. Veía su teléfono marcar el nombre de Armet en la pantalla, le había quitado el sonido enseguida a sabiendas de lo que pasaría si contestaba, así que continuó ignorándolo mientras salía de la habitación. Al bajar las escaleras completamente, se detuvo observando el pasillo, más precisamente la puerta del sótano.

No quería entrar, no se atrevía. Podía recordar todo lo que le hizo a Yune ahí dentro, y por más que la culpa lo estaba carcomiendo, ganó la negación. Ni siquiera se acercó, no echó ni un solo vistazo, simplemente salió de casa para ir a la empresa.

Aunque a mitad del camino se desvió. No iba a aparecerse ahí para tener que escuchar los molestos reclamos de su amigo, iba a tomarse un descanso lejos de todo lo que le recordara a Yune. Quería borrar de su memoria los gritos y llantos de la noche anterior, y mientras lo intentaba continuó manejando sin rumbo fijo.

El día iba llegando a su fin cuando Eros volvió a casa, apenas entró se topó con una hermosa mujer, que no hacía falta preguntarle quién era, imposible no reconocerle. Su belleza era incluso mayor a la que las revistas mostraban seguido.

— ¿Quién eres tú? —cuestionó Emma deteniéndose de golpe ante aquel desconocido que entraba a su casa como si nada. Le miró molesta y sacó el móvil comenzando a marcar. —Llamaré a la policía si no me dices quién eres.

—No hace falta que llames a nadie, deja el drama. Soy Eros, hermano de tu esposo. —aclaró caminando hacia la sala.

Sí, ella era hermosa, pero a él ni siquiera le atraía, porque detrás de esa belleza podía reconocer la verdadera esencia que cargaba.

— ¡Espera un momento! Dante no tiene hermanos. —argumentó Emma siguiéndolo de prisa.

—No, hermanos no, hermano, sólo uno. No me invitó a su boda, por eso no me conoces, hace muchos años no vengo a esta casa y seguramente él nunca habla de mí porque no le agrado mucho. —decía dejándose caer sobre el sofá. —Pero ni siquiera es necesario que me conozcas, pienso irme mañana mismo.

—No te creo.

— ¿Y por qué iba a mentirte? —la miró a los ojos cuando ella se plantó delante, le regaló una sonrisa y continuó. —Mira, sólo ignora mi presencia, puedes llamarle y preguntarle, o puedes seguir a donde ibas, lo que hagas me tiene sin cuidado, pero quítate de en medio.

NO FUE MI CULPADonde viven las historias. Descúbrelo ahora