Capítulo 1

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Un mundo dividido en jerarquías era lo más común, sin embargo, estas jerarquías tenían algo más que su poder marcando la diferencia.

Con grandes ciudades, los habitantes eran diversos, habiendo desde los más débiles que subsistían día a día, hasta los más fuertes que dominaban todo. Los ciudadanos eran humanos genéticamente modificados, la evolución llegó súbitamente por la fuerte influencia científica, acompañada de cambios asombrosos para bien, y para mal.

Las categorías eran muy marcadas, pues se dividían en clanes y los dominantes siempre eran depredadores.

Los Alfas eran líderes de enormes grupos, controlaban y defendían a su raza, a su tribu, sólo los había entre especies fuertes, sea de lobos, leones, tigres, entre otros. Se diferenciaban generalmente por su aspecto, eran altos, fuertes, y con un carácter sumamente imponente, sus sentidos resultaban ser los mejores, aumentados según su raza.

Después de ellos estaban en el segundo escalón Betas y Gammas por igual, siendo siempre los más fieles al Alfa de su clan. Entre hombres y mujeres, que eran tan fuertes como para pelear si era necesario, siempre un poco menos que el dominante anterior.

En tercer lugar estaban los Delta, mujeres y hombres que generalmente se dedicaban a complacer a sus superiores, ¿por qué? Porque querían, su mayor característica era el hecho de ser demasiado demandantes en el sexo, al igual que entregados, por lo que solían ser quienes cumplían la función de esposos o esposas para los altos rangos. Pertenecían a los clanes, y no era común verles con miembros de otras especies, a no ser que se tratara de Alfas, Betas o Gammas.

En cuarto lugar se reunían todas esas especies débiles, las presas, conformando al resto de la sociedad, trabajando como cualquier obrero, manejando negocios pequeños para tener ganancias, cada quién dedicándose a lo suyo, las familias seguían dividiéndose en especies pero sin mantener las categorías de las especies depredadoras.

Y por último, estaba el quinto eslabón de la cadena, los llamados Omegas, una raza demasiado humana, con ligeros genes de animales domésticos y demasiado inofensivos, y con una peculiaridad enorme. Ellos, tanto hombres como mujeres, podían concebir, eso les había puesto en un sitio peligroso de la cadena, al no ser útiles por su conocida debilidad e inferioridad, se les encontró un mejor uso, y comenzaron a ser comercializados como si de mascotas habláramos.

Las clases depredadoras, al ser tan fuertes como inteligentes, tenían el mercado comercial dominado, y por ello sus clanes eran los más ricos de las ciudades en que habitaban, unos llegando incluso a poseer los primeros lugares de riqueza a nivel mundial. Ellos eran precisamente los que mantenían a flote el negocio de la venta de Omegas, comprándolos para diversos fines.

Justamente esa fue la situación de Yune, un Omega felino que fue vendido a sus doce años, desde niño había pasado por mucho, sin embargo la vida le sonrió cuando alguien le salvó.

Su comprador fue nada más y nada menos que Dante, Alfa clan más importante de tigres, un tipo alto, moreno, de cabello negro, con unos ojos intensos casi tan oscuros como una noche sin luna. Pero, a pesar de ser tan imponente, por su porte y fuerza física, resultó ser amable.

Fue esa amabilidad lo que le llevó a pagar por Yune, pues le encontró en un mercado siendo vendido en pésimas condiciones, golpeado y mal alimentado, Dante decidió salvarle la vida, y no sólo eso, también cambió radicalmente la suerte de ese pequeño.

La vida de los Omegas casi siempre estaba llena de golpes, malos tratos, amos crueles. Este Alfa era el más cruel de todos, sin embargo, el niño que le miró aquel día con una inmensa desesperanza logró menguar esa fiereza, era Yune el único que tenía el privilegio de conocer el mejor lado de Dante.

NO FUE MI CULPADonde viven las historias. Descúbrelo ahora