-Luego te cuento -sólo exclamé antes de cerrar la puerta y dejar atrás a un confundido Alec.

º º º

-¿Me habíais hecho llamar, maestros? -pregunté mientras entraba en la sala de los tronos.

Sólo estaban los maestros, por lo visto habían echado a sus guardias personales para hablar conmigo a solas. Así que me puse en el centro para escucharles.

Aro tomó la palabra como siempre.

-Me ha dicho Marco que deseas hacer un viaje a tu ciudad natal, ¿es cierto?

Asentí.

-También me ha explicado los motivos, sin duda ese reverenducho tiene los días contados si vuestros caminos vuelven a cruzarse. No me malentiendas, no tengo nada contra la muerte de un humanucho sin valor, pero ¿recuerdas las normas, verdad? Sé discreta y no llames la atención -por la forma en que me hablaba al principio pensé que iba a denegarmelo, pero me estaba dando permiso y tuve que contener las ganas de sonreír-. Haz que parezca un accidente.

Asentí.

-Por supuesto, maestro.

No me podía creer que después de diez años iban a dejarme salir del castillo sin vigilancia...

-Sabes que confiamos en ti, eres como una más de nuestros hijos y sabemos que durante estos años no has hecho precisamente amigos... -exclamó haciendo una mueca, mueca que se me contagió porque era cierto. Muchos me odiaban porque había matado a sus seres queridos y si me cruzara en el camino de esos vampiros a los que había herido sabía que no dudarían en matarme, pero no me importaba, estaba dispuesta a pagar el precio de este viaje-, así que te concederé estas pequeñas vacaciones, pero Alec irá contigo. Vosotros dos juntos sois invencibles.

Me molestó que no me diera permiso para irme sola. Era cierto que a Alec y a mí nos llamaban la pareja invencible, porque mientras Alec les quitaba los sentidos yo me metía en su mente. Pero mi don había evolucionado lo suficiente para ser yo misma la que hiciera que perdieran los sentidos a través de manipular su mente. Y él lo sabía.

Pero parecía receloso a dejarme marchar sola, como si temiera que no fuera a volver.

-Maestro, agradezco su preocupación, pero como bien sabe mi don ha evolucionado lo suficiente para no necesitar la ayuda de nadie para protegerme. Además, quien se atreva a hacerme frente estará firmando su propia sentencia de muerte -exclamé y ellos sabían que era cierto. Y ya no sólo porque yo le mataría, sino porque en el supuesto de que llegaran a matarme los Vulturis tomarían venganza y estarían condenados a morir.

Así que quien se atreviera a hacerme frente debía asumir primero su propia muerte asegurada. No me malentendáis, había suficiente gente dispuesta a morir con tal de matarme con sus propias manos, pero también eran conscientes que un atentado contra un miembro de la guardia Vulturi no sólo significaría su propia muerte, sino de todos sus seres queridos y conocidos. Así que quien quisiera atentar contra mí debería pensárselo muy bien. No era fácil cargar con la muerte de inocentes a la espalda, yo lo sabía mejor que nadie.

-Lo sé, querida, pero mis hermanos y yo nos quedaremos más tranquilos si sabemos que Alec está contigo. Además, no creo que la compañía de Alec sea de tu desagrado, ¿verdad? -sonó bromista, como si intentara hacer un chiste sobre nuestro noviazgo, pero por su mirada supe que no iba a aceptar ninguna replica más. O me iba con Alec o no me iba.

Así que asentí, conformándome. Quería hacer esto sola, pero ya que no había manera Alec me acompañaría.

-Gracias, maestros -agradecí mientras miraba directamente a Marco, el cual sólo asintió con un gesto de cabeza.

La hija del diablo (terminada)Where stories live. Discover now