II

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24/09/2016-. Primera vez que hablé con Zhang Yixing.

Joonmyun guardó el pequeño cuadernillo de cubierta negra y sacó de su portafolios otro del mismo tamaño, pero en color crema.

24/09/2016-. Hablamos por primera vez. Olías a cesped mojado y llevabas a Frankenstein entre tus manos. Te veías triste... Yo en cambio me sentí muy feliz.

Con una sonrisa guardó el cuadernillo dentro del portafolios una vez más y colocó éste pulcramente sobre sus rodillas. Miró hacia la parte superior del vagón en el que viajaba y se alegró de ver que la siguiente parada era la suya. Se levantó antes y esperó frente a la puerta a que el tren se detuviera.

Cuando salió del subterráneo el aire casi helado del recién empezado otoño le hizo estremecerse dentro de su abrigo negro. Se recorrió el asa del portafolios hasta la muñeca y guardó las manos en los bolsillos en el resto de su camino a casa.

Siempre se alegró de vivir en un barrio silencioso. Gracias a ello siempre podía pensar en lo que había sido su día mientras caminaba a la hermosa casa de su familia. Ese día, como en los últimos trescientos noventa, pensaba en Yixing, pero con la nueva variable de su voz. Suspiró mientras abría la cerca blanca y atravesaba el jardín hasta la puerta de su casa.

—¡Ya llegué!–. Anunció y a su encuentro salió una hermosa mujer de cabello largo, ondulado y negro, piel blanca como la suya, ojos marrón y sonrisa amable.

—Bienvenido–. Dijo ella mientras le ayudaba a quitarse el abrigo y le recibía el portafolios. —Ve al comedor, Joonmyun. Tu padre vino a comer.

Una sonrisa se dibujó en su rostro ante la noticia y casi corrió hasta el comedor para encontrarse en este a un hombre que, salvo el cabello cano y las arrugas alrededor de los ojos, era idéntico a él.

—Papá... Hola–. Saludó y el hombre apenas sonrió. —Mamá me dijo que estabas aquí, qué bueno verte.

—Sí. Es bueno verlos–. Dijo simplemente mientras sus dedos tamborileaban en la madera de la mesa. Unos momentos después SooRa, la madre de Joonmyun, se unía a ellos para servir y tener algo así como una comida familiar luego de dos meses.

Kim JoonSik era el cliché de un hombre de negocios: Era serio, desapegado y frío con su familia, tenía el móvil sonando a todas horas, viajaba más de lo que estaba en casa y no prestaba mucha atención a su único hijo. Pero aún así, Joonmyun y SooRa lo amaban, como él, dentro de su raro mundo de números, los amaba a ellos.

****

Joonmyun abandonó el comedor con una sonrisa y subió las escaleras de madera hacia su habitación. Al cerrar la puerta detrás de sí, escuchó fuera el suave golpe contra esta de su letrero de madera en el que se leía "Do not disturb", colgó el abrigo que estaba en su cama, quitó el portafolios del escritorio donde lo había dejado su madre y lo llevó consigo hasta la cama, donde se sentó con las piernas cruzadas. Sacó los cuadernillos donde había ido anotando en el camino y los colocó con pulcritud sobre la mesita de noche junto a su cama, colgó el portafolios en el perchero del lado opuesto y se recostó mirando al techo. Si cerraba los ojos e inhalaba, aún le parecía percibir el aroma de Zhang Yixing... Desde la primera vez que lo vio quiso saber cuál era ese aroma y, luego de poco más de un año, por fin lo había conocido...

Había sido ese día justo el primer día del otoño. JoonMyun había decidido entrar a una conferencia sobre simbología antigua tan sólo para resguardarse de la lluvia que el verano daba como despedida. Y no es que el tema no le interesara, pero con ese clima hubiera preferido estar en casa...

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