20. Placeres ocultos

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-         Dios Clarke, cómo puedes ser tan jodidamente perfecta – acaricia su labio inferior con el pulgar, admirando extasiada ese lunar que la vuelve completamente loca a la vez que dice esas palabras.

-         No soy perfecta Lexa, ojalá lo fuera, si lo fuera no hubiera hecho las cosas tan mal – suspira suavemente entreabriendo sus labios.

-         Griffin, no sigas por favor, deja eso fuera de estas cuatro paredes que nos rodean, ahora mismo solo somos tú y yo, lo demás no existe – y lo dice con toda la sinceridad que puede mostrarle, cansada de todo lo sucedido, queriendo disfrutar de esos instantes mágicos en los que solo anhela perderse en la rubia.

-         Tienes razón – suspira de nuevo, más profundamente – Entonces... ¿dormimos? – la mira con los ojos sonrientes, abriendo la sábana.

Lexa afirma con la cabeza y hace el mismo gesto, permitiendo que ambas se tumben en la cama por debajo de las sábanas. Se quedan tumbadas unos segundos, mirando al techo, separadas. ¿Por qué todo resulta tan raro? Ya han compartido antes esa misma cama, entonces, ¿qué ha cambiado?

Cómo si las dos pudieran leerse el pensamiento, completamente sincronizadas, ladean la cabeza y se miran en silencio, titubeando sobre qué pueden decir.

Lexa es la primera en actuar, y pese a que sabe que su gesto puede provocarle alguno de esos molestos pinchazos, alarga el brazo con la intención de colarlo por detrás de la nuca de Clarke y así poder mostrarle que quiere que se acerque más a ella. Clarke pierde ese estúpido miedo que siente y la deja, deja que la mano de Lexa acaricie su mejilla en el camino y después levanta un poco la cabeza para que pueda pasar del todo el brazo. Como un acto reflejo y natural, la camarera acaricia su nuca, enredando sus dedos en el rubio pelo de Clarke a la vez que acaricia su piel suavemente, provocando que ésta suspire con ese gesto tan sencillo pero tan efectivo, nota como toda su piel se eriza, nunca antes un simple toque había provocado tanto en ella.

-         Eres preciosa – susurra Lexa, sin dejar de mirarla a los ojos, embelesada en su azul mirada – podría mirarte durante días enteros y no cansarme nunca.

-         Creo que las pastillas que tomas son demasiado fuertes – la rubia deja escapar una risa.

-         ¡Hey! Lo digo en serio – su tono de queja muestra que no está nada de acuerdo con ella - podría acostumbrarme a tenerte aquí todas las noches y pasármelas enteras mirándote.

-         Pues espero que lo hagas, porque si es por mí, no pienso dejarte sola ni una mientras estés recuperándote – suelta sin pensar.

-         Pues no lo hagas – Lexa tampoco piensa, solo se deja llevar – quédate.

Por un momento Clarke duda si la camarera está bromeando o de verdad esas pastillas la dejan tan drogada que le hacen decir esa clase de cosas.

-         ¿Lo dices en serio? – pregunta dudosa, frunciendo el ceño.

-         Nunca he hablado tan en serio en mi vida. Estoy convaleciente, casi obligada a quedarme encerrada aquí, así que qué mejor que pasar las noches en tu compañía. Pero...no quiero que te sientas obligada.

-         Será un placer volver aquí después de salir del trabajo – se endereza un poco, lo justo para poder acercarse a besar sus labios suavemente – aunque debes tener claro que debes reposar, nada de esfuerzos innecesarios – susurra sobre sus labios, provocándola.

-         Lo sé – resopla frustrada cuando separan sus bocas – defíneme eso de esfuerzos innecesarios.

-         Anda, vamos a dormir – Clarke sonríe dándole una palmadita sobre el hombro, la expresión de frustración de Lexa por un momento la divierte, pero en el fondo sabe que para ella tampoco va a ser fácil resistirse y aguantar sin dejarse llevar, aun sabiendo el daño que eso puede causar al cuerpo de Lexa.

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