Noche en el elevador

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Autor: Haruka Eastwood

Ciel Phantomhive Pov

—Mierda —farfulle, sintiendo como la cabeza me daba vueltas.

Estaba mareado y me costaba trabajo ubicarme, aun así era consciente de que mis labios eran cazados en un beso hambriento y desesperante, que acababa con el poco aíre de mis pulmones. Me deje hacer sintiendo sus calientes y grandes manos recorrer mi cuerpo con desespero, embriagándome de su encantador aroma a colonia, humo de cigarrillo y whisky.

—Eres exquisito —gruñó entre jadeos, contemplándome como una bestia al acecho.

En este caso yo era la presa, una estúpida presa a la que no le importaba mostrar el cuello para que el animal que tengo enfrente —el mismo que presiona su duro sexo contra mi vientre— me devore. Deseo ser consumido por él en toda la expresión de la palabra, me siento dominado por un deseo primitivo y poco racional que, me orilla a desear sexualmente a este hombre, lo cual es una locura si analizo bien los hechos.

No tengo idea de cómo se llama, cuántos años tiene o si es casado, la verdad no me importa. La primera vez que lo vi fue hace aproximadamente una hora en la reunión de la empresa, la cual se hace cada año el veinte de Diciembre, para que los empleados convivan con motivo de Navidad, ya que los siguientes días nadie se presenta a la oficina. Había bebido más de lo que puedo recordar, así que cuando comencé a bailar al son de la música, mi cuerpo simplemente se estremeció con su cercanía, y mi vista se deleito con sus eróticos y sensuales movimientos.

Cruzamos un par de palabras —las cuales no recuerdo— y repentinamente nos estábamos besando. Debo admitir que es el varón más guapo que he llegado a ver, con su metro noventa, piel blanca y cabello azabache. Aunque lo que más me llamo la atención de él fueron esos ojos escarlata que, me observaban con un fulgor vehemente que erizaba cada parte de mi cuerpo, enviando una sensación de cosquilleo al vientre, atrayéndome hacía él como polilla hacia la luz.

Mi cuerpo gritaba incesantemente: ¡Deja que te folle una y otra vez! Y como todo buen doncel que soy, no estaría mal un poco de sexo sin compromiso con un sexy desconocido, después de todo, ya no tengo compromiso y considero que mis veintiún años de vida, son suficientes para saber que puedo y que no puedo hacer, así que actualmente nos encontramos en el elevador directo al estacionamiento, de ahí a su departamento a tener un poco de sexo casual.

Joder. ¡Joder! ¡¡Joder!! Estúpido perro. Sus manos han aprisionado mis muñecas sujetándolas sobre mi cabeza y su rodilla ha separado mis piernas mientras él se frota con descaro, haciéndome gemir como si fuera un cualquiera, aunque con mis acciones debe de estarlo pensando, ¿pero a quien rayos le importa? Mi cordura, lógica y raciocinio hace varias horas que se largaron. Vibro y me estremezco entre sus brazos, soltando un par de jadeos que caza ágilmente entre sus expertos labios que saborean los míos minuciosamente.

—Mmm E-Espera ¡Ah~! A-Aquí… no… —gimo roncamente cuando sus besos llenan mi cuello, derritiéndome sin mucho esfuerzo, sintiendo su duro miembro, aprisionado entre sus pantalones. Tengo deseos de tocarlo, lamerlo y saborearlo.

—Sí, aquí sí.

Mis muñecas las aprisiona con su mano derecha, mientras que la izquierda viaja a los botones del elevador presionando uno, y a los pocos segundos el elevador se sacude, erizando cada parte de mi piel por la impresión. Él maldito ha hecho que nos detengamos entre el piso quinto y sexto. Afortunadamente en el edificio hay tres elevadores, así que nadie extrañara uno, por lo que mando todo pensamiento coherente a la mierda esperando que se quede allá un par de horas. Y comienzo a forcejear para que me suelte y poder tocarlo como se debe.

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