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Se removió en su cama, con frustración e inquitud, soltando sus chillidos contra su almohada en un intento de aliviar sus sentimientos encontrados. Cada vez que pensaba en el rubio de tez blanca sus mejillas ardían, pero el sentimiento indispensable de querer verlo seguía ahí, molestandola por completo.

Era más claro que el agua la atracción que sentía hacia el rubio, pero como toda chica ingenua —o quizás no— no se daba cuenta —o más bien, no quería reconocerlo—. Se giró con sus brazos y piernas estiradas por toda la cama, perdiendo su mirada en el techo por eternos minutos. Pensaba y pensaba sin parar, reflexionando sobre la patética situación en la que se encontraba.

Miró fijamente hacia la ventana, dónde todo empezó. Se levantó y caminó cautelosa hasta ésta, manteniendo su semblante indiferente. Dio una rápida mirada al patio para encontrarse con su pequeño cachorro schnauzer mini. No le había sorprendido que no haya hecho un escándalo cuándo Jimin subía por su ventana esa madrugada, ya que ese pequeño perrito era sólo amor y paz. Suspiró viendo el cielo. El color celeste se hacía presente en el cielo despejado. Se encaminó hasta la puerta y bajó las escaleras en dirección a la sala. Kyungsoo salió con Bongsun, la niñera.

Al llegar al patio se sentó en el césped verdoso, sonriendo al ver al pequeño cachorro acercarse moviendo su cola de un lado a otro, tirándose emocionado sobre Soomin. La chica lo tomó en brazos con cariño, jugando con el perrito durante horas. Sólo esa era la manera de olvidarse de sus problemas, que ahora eran sus propias emociones y sentimientos hacia un chico desconocido —porque Jimin era eso para la de tez pálida, un completo desconocido—.

Algo de que no se percató fue que ese mismo chico que le causaba un remolino interno la estaba viendo desde lejos, con su espalda sobre un muro y una sonrisa curvada, disfrutando de la dulce sonrisa de la chica y viendo cómo jugaba con el cachorro.

[...]

– Toma, come algo. –Minho tiró su mano hacia la bandeja de comida, dejándola a la vista de la chica.

– No tengo hambre. –negó con parsimonia. Se sentía exhausta, le dolían las piernas y solamente quería dormir un día entero. Quizá las vacaciones habían comenzado, pero no para la joven chica. Se encontraba en su trabajo. Era la hora de descanso y Minho fue a verla. Lo de la fiesta sucedió hace cinco días. El chico había despertado con resaca y encima de un barco inflable detrás de la casa de Jungkook, en la gran piscina. Al parecer Soomin había olvidado el gran jardín de atrás y nunca se le ocurrió ir por ese lugar. Al darse cuenta sólo quería golpearse.

– ¿Aún sigues enojada? –hizo un puchero. La chica reprimió una risa.– Sabes que lo siento. No debí dejarte sola ese día, ni ponerme ebrio o desaparecer. –lloriqueó. La pelinegra se mantuvo en silencio, disfrutando de la actitud hacia ella de parte de su mejor amigo.– Vamos, ¡dí algo!

– Eres el mejor. –Soomin sonrió y se levantó de su asiento para caminar hasta el mostrador de la cafetería. Su mejor amigo se quedó inmóvil, procesando las palabras de la chica. Quedando confundido, pero no protesto ni formuló palabra.


– ¡Me voy! –gritó Minho después de varios minutos en silencio, para luego despedirse con un movimiento vago de mano y una pequeña sonrisa.

La chica juntó aire en sus pulmones y lo soltó, tratando de relajarse y seguir con su trabajo. Atendió a la gente que llegaba y así sucesivamente hasta que se hicieron las 9:35 pm. Se despidió amable de las últimas dos personas que quedaban, pero antes de que pueda cerrar el local escuchó el sonido de las puerta corrediza.


Dared✧ P. JiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora