Mike

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12 de Febrero del 2017. Me encuentro...contrariado. En su semana 10 el embrión humano luce...¡como un feto de 40 semanas! Es un bebé varón y todas sus extremidades están bien formadas, sus signos vitales son normales, aunque presenta una leve aceleración de su ritmo cardíaco posiblemente por la velocidad en la que se desarrolla. En estos momentos me encuentro con la disyuntiva si debo o no estimular el "nacimiento" de este feto o si debo esperar que él por su cuenta intente "nacer".

Mis conocimientos de embriología son muy básicos, necesito realizar una serie de exámenes y pruebas antes de tomar cualquier decisión, ya que un paso en falso pondría en peligro la vida del sujeto A.D.A.N. pero...me encuentro atado de manos en este sentido. Estoy considerando la posibilidad de confesarle a Mike, digo al doctor Michael Simmons, la existencia de este proyecto. Necesito ayuda, no puedo solo en esta fase tan riesgosa para el experimento. Y aunque sé que va a reaccionar de forma muy negativa, estoy plenamente convencido de que al final terminará cooperando.

Kauffman apagó la grabadora y se quitó los anteojos. Se restregaba los ojos muy agotado por todas las horas que llevaba sin dormir y el estrés que le consumía. Observó entonces al feto que reposaba tranquilo en el contenedor, había tanto que quería confirmar en él, necesitaba hacerle pruebas más exhaustivas; pero por sobre todas las cosas quería que sobreviviera fuera de ese tanque

—Creo que no estoy para atender a un recién nacido, hace más de diecisiete años que no sé lo que es cambiar un pañal, ni menos preparar un biberón...así que mejor lo dejamos allí tranquilo por un tiempo más... ¿No te parece, Atlas?

El perro volteó a mirarle y levantó sus orejas con una graciosa expresión. Kauffman acarició su cabeza y se levantó de la silla. El perro le seguía silencioso mientras este se quitaba los guantes y la bata de laboratorio. Entonces comenzó a buscar su teléfono móvil, pero entre tantas cosas sobre la mesa, no lo hallaba.

—¿Dónde habré dejado el maldito teléfono?

Atlas, viéndolo desesperado buscando su móvil, salió del laboratorio y caminando despacio entró a la cocina. Levantándose en sus patas traseras lo alcanzó justo al lado de la cafetera, sobre el mesón. Con su boca lo tomó y de allí regresó al laboratorio, lo dejó sobre la mesa donde trabajaba Kauffman y ladró muy fuerte para atraer su atención.

—¿Qué sucede, Atlas? ¿No ves que estoy ocupado?

Atlas volvió a ladrar hasta que el distraído Kauffman entendió lo que trataba de decirle.

—¿Encontraste mi celular? ¡Gracias! ¡Buen chico! ...Aunque lo de la saliva es algo que supongo que no podemos remediar...—comentó mientras limpiaba con una servilleta su móvil.

Marcó vacilante el número de su mejor amigo. Mientras repicaba, su cabeza divagaba sobre la forma en cómo le explicaría lo que había hecho. El doctor Michael Simmons era alguien de confianza, pero al mismo tiempo era un hombre de principios éticos muy estrictos, involucrarlo en el proyecto podía ser una espada de doble filo, pero le necesitaba y no tenía más opción que pedirle ayuda.

. —Mike...

—¿Oskar? ¿Oskar Kauffman eres tú? ¡Pero esto si es que una sorpresa! Al fin te dignas a llamar a tus amigos...

—¿Puedes ser un poco más dramático? No te había llamado porque he estado...algo ocupado.

—¿Ocupado? ¿No se supone que estás de vacaciones o al menos eso es lo que pretendes? Becky me dijo que no salías de tu casa aunque decías que querías viajar por el mundo. ¿En qué andas realmente?

A.D.A.NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora