Jelliot: Cumpleaños, ¿mejor en familia?

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—Sobre todo si tengo un novio tan caliente —expresé sin cortarme. Esos momentos de timidez que antes sufría cuando él me decía algún tipo de comentario sucio se habían eliminado. Cuando llevas tantos años viviendo con él te acostumbras. Elliot se movió, dejándome libre de su agarre.

—Sobre todo si mi novia es la periodista más sexy —continuó Elliot, pasando su mano a lo largo de mi pierna.

—Oh, no quieras volver a empezar. Debo ir a trabajar —le recordé esta vez sí que sí irguiéndome y poniéndome de rodillas. Me estiré sin poder evitarlo y llevé mis manos a mi pelo, apartándolo de mi cara.

—Y yo debo ir a tomarme una ducha bien fría —mencionó posando sus ojos en mí. Le guiñé un ojo como él había hecho antes. Ventajas de que a los dos nos gustase dormir en ropa interior.

—No tardes que yo también tengo que ducharme —Me levanté de la cama sin ningunas ganas de tener que salir de casa. Era de esos días que solo me apetecían sofá, manta y película. Y novio, novio también.

—Podemos ducharnos juntos.

—Ni lo pienses, Stratford —finalicé cogiendo ropa del armario y una toalla limpia, decidiendo que yo sería la primera en ducharme. En todo ese proceso, Elliot permanecía en la cama, con los brazos detrás de su cabeza. Que envidia sentía porque él pudiera trabajar desde casa.

Me encaminé al baño que se encontraba dentro de nuestra habitación. Nuestra habitación, se sentía tan bien decirlo. Supongo que nunca me iba a acostumbrar a todo esto que estábamos viviendo juntos. Cerré la puerta del baño con la gran sensación de que Elliot había estado mirando mi trasero todo este rato.

—Voy a llevarte al trabajo. Me da igual lo que digas, cariño.

Sonreí ante sus palabras. Cuando yo conducía debía tener los cinco sentidos alerta y hoy precisamente no estaba muy concentrada. Me introduje en la ducha, dejando que el agua cayese relajando mi cuerpo.

Oí a Elliot cantando una canción, en la cual llevaba trabajando unos días. Supongo que algunas cosas nunca cambian.

*****

Un buen rato después nos subimos en el coche. Y recalcó que no había sido mi culpa, había sido del presumido situado a mi lado, al volante. La teoría de que las mujeres siempre somos las que tardamos no es cierto, aquí un vivo ejemplo.

-¿En que piensas? —Escuché que Elliot cuestionó girándose para mirarme en un semáforo. Obviamente no le iba a decir cuáles eran mis pensamientos sobre su tardanza a la hora de arreglarse, por lo que improvisé.

—En lo cansada que estoy. Necesito dormir como mínimo una semana sin despertar —contesté jugueteando con la correa del cinturón de seguridad. Moví la pierna al ritmo de la canción que en estos momentos sonaba, que no era ni más que otra que la más reciente de Sweet Downfall. Porque sí, eran de esos pocos artistas que habían logrado mantenerse con los años y no sólo eso, su fama había aumentado y su estilo evolucionado.

—Eres muy exagerada —se burló, poniendo una mueca graciosa. No es porque Elliot fuese mi novio, pero cada día le veía más guapo y más maduro, todo lo maduro que puede ser un hombre de 27 años. Si él se lo propusiese, podría llegar a ser modelo. Cuando él sonreía, mi corazón daba un vuelco en mi pecho. Y solo quería delinear su sonrisa- ¿No estás ilusionada por tu cumpleaños?

Mañana era el día en el que yo cumpliría los 27. Parecía increíble que hubiesen pasado diez años desde que Elliot y yo nos hubiésemos visto por primera segunda vez. 12 años si nos poníamos meticulosos. Suspiré.

—No mucho... —¿Qué ventaja había sobre cumplir años? En un principio, cuando eres pequeño te hace ilusión: fiesta, tus amigos juntos, regalos. Va pasando el tiempo y te ilusiona pillarte un buen pedo y salir a alguna discoteca; pero, cuando te das cuenta, ya has llegado a un momento de tu vida en el que tienes que tomar decisiones. Y por ende, te das cuenta de que vas envejeciendo y convirtiéndote en un adulto que debe ser responsable.

Más allá de la música © Where stories live. Discover now