Capítulo 40: Tengo que enseñarte una cosa.

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Capítulo 40: Tengo que enseñarte una cosa.

Jane

Me encontraba en uno de esos momentos en los que no sabía cómo reaccionar. ¿Debía marcharme o, por el contrario, debía esperar a que ellos me dieran algún tipo de señal para que lo hiciera? No sabiendo que hacer, me quedé parada observando a Mark y su resplandeciente sonrisa. Por lo que podías ver de él a simple vista, te daba una clara imagen de que tenía dinero. ¿Quién sería este tipo?

—¿Y quién es esta jovencita? —preguntó inclinándose para estrecharme la mano. Yo hice lo mismo un tanto incómoda. En serio, este hombre no había dejado de sonreír, parecía que tenía un tic permanente.

—Es mi novia, Jane —respondió Elliot antes de que a mí me diera tiempo. Me quedé mirando a Elliot y luego a Mark, y así unas cuantas veces. ¿Es que ya se conocían? Eso era imposible, a menos que Elliot hubiese estado fingiendo, cosa que era poco probable.

-Tú eres la chica, o sea que es real- pensó Mark en voz alta, llevándose la mano bajo el mentón. Debía admitir que intimidaba un poco acariciándose de esa forma su corta perilla. Era Carol la causante de que pensase que la gente que me rodeaba pertenecían a una mafia o a una secta. Ella y sus programas nocturnos.

—¿Cómo que la chica? —inquirí sin entender nada. Es más, llevaba en esta situación desde que había entrado por la puerta y había visto a este hombre junto al sofá.

—Si me permite jovencita —creo que no recordaba mi nombre—, nosotros tenemos asuntos que tratar. Si no es molestia, cosa que espero que no será, preferiría que no estuviera presente —Y esa era una forma educada de echar a una persona.

Mark no me agradaba, teniendo en cuenta los últimos minutos en los que había abierto la boca, pero había que admitir que sabía utilizar las palabras correctas para hacer que los demás comiésemos de la palma de su mano.

—Jane —Elliot me detuvo cogiéndome del brazo. Yo ya estaba a punto de cumplir la orden de Mark—. Espera.

—Elliot, hablamos luego, ¿sí? —Él solo hizo un breve asentimiento, aunque no apartó su mirada de mí en todo el proceso en el que yo recogí mi maleta y la arrastré hasta la puerta de salida. Antes de que cerrara después de salir, pude leer en los labios de Elliot "te quiero". Bueno, eso había subido mi ánimo un 80%.

A pesar de que hubiera hecho justo lo que Mark me había mandado, no estaba conforme con todo lo que había pasado. Se suponía que mientras iba a mi casa debería de estar pensando en todo lo que les iba a contar a mi familia sobre California y estar feliz por lo que había disfrutado en esos tres días. Sin embargo, Mark era como una esponja, había logrado absorber mi alegría. Puede que ese ejemplo fuese un poco ridículo, bastante ridículo, pero ese tipo no me transmitía nada bueno.

¿Por qué había aparecido de repente? ¿Por qué se iban a hacer amigos él y Elliot según decía? ¿Qué blanqueador usaba para tener esos dientes tan blancos? Tenía muchas preguntas a cada cual más disparatada. Tenía una sensación instalada en el pecho de incomodidad, presagiaba que algo malo iba a pasar.

No me dio tiempo a inventar más locas teorías porque llegué a lo que era nuestro jardín. Era, porque ahora estaba abarrotado de los trastos de Owen y Molly. Iba a llegar un punto en el que no pudiésemos ver ni el césped. Llamé a la puerta y esta se abrió en seguida, como si me hubieran estado esperando.

—Cariño —Los brazos de mi madre me rodearon sin dejarme tiempo para apartar mi bolso. Al final me iba a ocurrir algo con la correa de este—. ¿Qué tal todo? ¿Os trataron bien? ¿Qué tal estuvo ese evento? ¿Cómo fue vuestro viaje? ¿El avión se retrasó?

Más allá de la música © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora