Señor

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Era un anciano muy bien reservado y bastante regio, de pelaje rubio con canas grises. Puede ser que tuviera unos 70 años, tal vez un poquito más.

Retenía una gran sonrisa y sujetaba el parasol de colores con firmeza.

—Gracias señor. 

—Gracias a ti señorita... He de sumar muchos inviernos que no presenciaba algo similar en las calles de esta fría y desolada ciudad... Qué preciosas palabras.

—Gracias.

—¿Cómo ha de llamarse estimada dama?

—Me llamo Stella.

¡Buah! me sorprendía como conversaba este señor, era muy cortés y con solo unas cuantas palabras consiguió que le dijera mi nombre. Rara vez confiaba en alguien pero este señor se presumía ser buena gente.

Él sonrió cerrando los ojos de forma amigable y exclamó:

—Un gran gusto. Mi nombre es Robert.

La lluvia cesó y nos sentamos cerca del nuevo engramado, en las sillas clásicas de la edad media que poseía el parque. 

Él enseñó un paño que tenía guardado en el bolsillo y secó las sillas clásicas que siempre andaban ocupadas pero en ese momento aguardaban con soledad después del aguacero.

Hablamos por varios minutos y le comenté acerca de mi situación...

—Bueno Sr. Robert sé que no me creerá lo que le voy a decir, pero conozco a un chico que forma parte de los hombres magníficos. De una leyenda.

El Sr. Robert manifestó un gesto inmerso en gran asombro con su cara y volteó un poco a verme.

Luego se tranquilizó acabando con una sonrisa y dijo:

—Ah qué bueno... cuéntame ¿qué ha de suceder?

—Bueno lo que sucede es que yo quiero mucho a un chico que usa una corbata rosa... pero tiene una gran maldición de la que no estoy enterada.

—Tal vez sea la maldición de los colores perfectos.

—¿¡Colores perfectos!?

—Sí—dijo entre risas—, te cuento. Los colores perfectos son aquellos que enteramente en su percepción visual no tienen errores, pueden ser los mejores o peores. Y dado a eso su tonalidad es expresada en algo casi perfecto, sin interrupciones. Pero su mayor dilema es que no pueden coexistir con otro color, por eso son independientes en su armonía.

Estaba estupefacta, este señor sabía mucho al respecto del tema.

—¿Cómo sabe tanto? ¿conoció a alguno de estos corbatas?

Él solo volvió a reír.

—No hace falta conocerlos. Pero sí los he visto crecer a cada uno de ellos. Y es una muy buena leyenda—replicó con más risas.

Empezaba a dudar de que este señor también fuera un corbata. Pero pronto lo descarté al ver su avanzada edad.

—Bueno y cuénteme del color rosa... ¿qué tiene ese color para ser perfecto? 

—No es tan perfecto como has de creer. Es solo un decir. Pero bueno te diría que es un color maravilloso, porque posee dentro de él cosas muy buenas, sin nada negativo. 

—¿Sí? y ¿por qué no tiene nada negativo?

—Bueno en realidad tiene un problema...

—¿Qué cosa?

—Es un color que las personas tienden a valorar poco, es infravalorado. Y por lo mismo es un color que tiene muchas características positivas. Pero su mejor emblema es ser bondadoso con todos los colores. Brinda más de lo que le toca dar. Por ello cae en su gran maldición de estar condenado en ese pequeño grupo de ser feliz sólo.

—Impresionante...—Me detuve un rato y luego seguí—. Pero... y dígame una cosa... ¿cómo puedo estar con él? ¿es posible? O no lo es...—Bajé la mirada en decepción.

—No existen imposibles—recalcó con seguridad—. La única posibilidad es que ese color se atreva a ejecutar algo que nunca imaginó. Y pensar en lo inimaginable como algo posible... Solo de esa manera, él ganará el duelo a su cruel destino.

Ahora entendí un poco en el lío que me había metido...

Y vaya que me tocó un color complicado...

—Asombroso... veo que usted sabe mucho...—El Sr. Robert volvió a reír complaciente.

—Gracias señorita, espero que te haya ayudado en tu problema. Ya tengo que partir—Se colocó en pie.

—¡Espere un momento!

—Sí, dime estimada Stella.

—¿Dónde lo puedo volver a encontrar Sr.Robert?

Robert me dio una gran sonrisa y sentenció:

—No se preocupe señorita, ya estoy en su corazón. No tiene que indagar mucho.

Quedé anonadada, apenas lo escuché, qué hermosas y sabias palabras...

Solo sonreí tontamente y levanté mi mano derecha en despedida, al Sr. Robert.

Corbata rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora