Separación

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Corbata rosa.

Han pasado dos semanas desde aquella noche que hablé con Stella. La extraño.

Pero debe entender que no es para mí...

Iba caminando por el puente de la ciudad y llegué a la fábrica antigua. En donde entrenábamos con nuestro viejo maestro. 

Había mucho polvo por los alrededores. Sacudí un poco mi traje y los pantalones.

Todo estaba muy oscuro y solo las ventanas dejaban caer una tímida luz que se reflejaba desde el cielo de la luna.

Pronto tuve un mal presentimiento.

Abrí mis ojos e incliné mi cabeza en forma diagonal instantáneamente. Para terminar ver pasando una navaja voladora que se incrustó en una grieta saliente del suelo.

Iba en dirección a mi cabeza.

Volteé con rapidez.

Y encontré a mi mayor enemigo, que estaba de pie en una madera vieja a cinco metros de la superficie.

Mi rival de la academia.

Corbata negra.

—Caín—Lo observé despectivamente.

—¡¡Rosita!!—gritó con rudeza y sarcasmo.

Dio un salto desde su tabla  corriendo directo hacia mí.

Me posicioné en modo de combate, con ambos brazos en guardia.

Y por la parte trasera de su traje, mostró otra navaja.

Pensé al segundo.

«¡Rayos! siempre tiene que sacar sus cuchillos».

Lo apuntó en ruta a mi tórax y lo detuve con un palo que encontré justo a mi lado.

El cuchillo se enterró en la madera, pronto Caín lo soltó de sus manos y retrocedió cuatro pasos.

Tiré el palo lejos de ahi para continuar el combate. 

—Ahora sí, como nos gusta. A los puños. Ven que te espero— Limpié mis manos.

Apenas dije mis palabras luego de un parpadeo, ya tenía un puñetazo en toda la cara de parte de él.

Caí al piso con violencia, por el poder del impacto. Pero volteé boca abajo apoyado de mis manos.

Caín se acercó y me lanzó una patada baja a la pierna. Pero no le dio con suficiente fuerza.

Yo contraataqué acertando en uno de sus tobillos.

Caín no se movió con mi golpe y me pateó mientras yo estaba en el pavimento, repetidamente, con sus zapatos negros puntiagudos de metal.

Me machacaba con ellos. En especial al estómago.

Sus golpes hacen que sienta dolor en todo el cuerpo y comienzo a sangrar. Se manchará mi traje.

Seguidamente agarré energías y contuve la respiración.

Tomé una de sus piernas desprevenidas. Sujeté fuerte, y lo arrojé para el otro lado, haciéndole tragar tierra.

Recuperé un poco las fuerzas y ascendí lentamente. Me sostenía en una mano cercana al suelo mientras estaba encorvado.

Y Caín, sacaba ahora un tercer cuchillo.

«¿En dónde guarda tantas cosas?».

Corrió de nuevo hacia a mí, y no conseguí levantarme. Todavía me dolían las piernas.

Corbata rosaWhere stories live. Discover now