Vacío.

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Capítulo 17

Vacío

—Creí que eras más fuerte— contestó Rafael.

—Déjame solo— limpió descuidadamente las lágrimas de su rostro. Su porte, el color de su cabello, su sola presencia le recordaba a la persona que lo había traicionado.

El mayor suspiró, —no estoy justificando a mi hermano, pero él ahora no se encuentra bien, creo que ha enfermado; por favor, discúlpalo.

Rió de manera cansada, —¿no se encuentra bien? Eso se usa para explicar una ausencia escolar; no algo como esto.

—¿Algo como esto?— el mayor se acomodó mejor, ya que antes se encontraba apoyando la espalda en el tronco del árbol; —¿qué quieres decir?

Sorbió su nariz. Sentía algo de vergüenza, ¿cómo podría decirle sobre su relación con Cristian?; tragó saliva, —Cristian y yo... — cerró los ojos y los apretó con fuerza.

—Mi hermano te quiere mucho, él te ama; yo lo sé— lo interrumpió.

—¿Qué?— parpadeó varias veces, no pensó que Rafael dijera algo así; pero luego recobró la compostura y refutó, —entonces, ¿por qué está con ella, por qué está con Ariel?

—No lo sé— contestó al instante; —la verdad lo ignoro, incluso eso me sorprende; pero por favor, no odies a Cristian.

—¿No odiarlo?— frunció el ceño; —¡¿qué sabes tú sobre eso?! ¡No eres nadie para decirme qué debo hacer o no!— se bajó de un salto; —me largo.

Justo cuando iba a dar el tercer paso, fue jalado de la correa de su mochila por el alto; dio media vuelta para encararlo pero antes de que pudiera emitir reclamo alguno un característico y sutil aroma invadió su nariz.

Ese olor propio de los seres que habían estado en contacto con el velo; ése mismo que había sentido cuando divisó al licántropo.

—¿Quién demonios eres?— atinó a cuestionar al momento que caminaba hacia atrás para alejarse y poder verlo de pies a cabeza.

—¿Eh?— pareció confundido.

—No te hagas el tonto, sabes de lo que hablo; tú has estado cerca de los portales— endureció su mirada.

Rafael se sorprendió por unos instantes, pero luego en sus labios se dibujó una leve sonrisa; —vaya— exclamó, —no debí esperar menos de un guardián.

—¿Qq-qué eres?—, usó el "qué" ya que desconocía al tipo de criatura contra la cual se podría enfrentar, porque sí, algo similar había ocurrido tiempo atrás con Mónica.

—¿Qué soy?— repitió, luego lo pensó unos segundos antes de responder; —la verdad, ni yo lo sé— cerró los ojos y exhaló, luego continuó, —hasta antes de mis dieciocho años según yo era un humano; ahora no estoy seguro.

Tragó saliva antes de preguntar por alguien en específico; —¿Yy-y Cristian?

—Es mi hermano, ¿tú qué crees?—, se rascó la nuca, —la diferencia es que él aún no lo sabe; no sabe que no es normal—. Abel permaneció callado, no sabía qué decir ni qué pensar; entonces la voz de Rafael se volvió a escuchar; —él pronto descubrirá lo que yo cuando tenía su edad; tal vez por eso ahora actúa de manera extraña; tú sabes que a diferencia de la gente común a nosotros nos ocurren cambios bastante notorios en ciertas etapas de nuestra vida, incluyendo nuestro estado de ánimo.

—¿Por qué me dices todo esto?

—Por dos razones; la primera, te la repito, creo que lo que Cristian hace no es de manera consciente, espero que pronto se solucione esto, sólo debemos aguardar un par de días; y segundo, eres un guardián y estamos del mismo lado— cuando dijo lo último no se refería a algo como el bien y el mal, blanco y negro; sino a que literalmente estaba del mismo lado del velo.

Medianoche. (GDV 01)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora