El comienzo.

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Capítulo 1

El comienzo

—Suban las cajas con cuidado.

—Sí, mamá— contestaron al unísono los hermanos.

—Rafael, cuando dejen las cosas en sus recámaras ven a desembalar los cuadros y las fotografías; Cristian, tú me ayudarás con la cocina.

—Sí— volvieron a contestar a la par.

La familia Krell era nueva en la pequeña ciudad de Kaaj, el padre, Aaron, había sido transferido desde la gran capital para hacerse cargo del departamento de ventas de una de las fábricas de la gran nave.

Rafael era el primogénito, alto, de cabello oscuro y atlético; y muy parecido en complexión pero de piel más oscura y un poco más alto, Cristian, el segundo hijo de los Krell.

Tuvieron algunas dificultades económicas los últimos años por lo que ambos habían dejado la Universidad, pero hacía unos meses su padre consiguió empleo y al ser trasladado a la pequeña población de Kaaj decidieron continuar sus estudios.

Tras desempacar, cada uno de los hermanos se dirigió a su respectiva habitación a continuar con sus objetos personales.

—Rafa— llamó Cristian, —esta caja es tuya— la llevó hasta la habitación de su hermano; —¿qué es lo que tienes aquí, piedras?— cuestionó.

—Son mis tesoros.

—¿Te refieres a tus sucias revistas?— el menor levantó una ceja.

—No, claro que no— se hizo el ofendido, prácticamente le arrancó la caja de las manos y cerró la puerta en sus narices. Cristian se echó a reír y regresó sobre sus pasos, debía darse prisa si quería salir a conocer el vecindario antes de que se ocultara el sol.

Sacó su ropa, sólo cinco pares diferentes de jeans, unos cuantas playeras, un par de abrigos, calcetas, su ropa interior, una pijama, zapatos deportivos y listo, su armario estaba ordenado.

Abrió otra caja, sacó sus sábanas, sus colchas, acomodó su cama, colocó la lámpara en la mesita de noche, guardó algunos cuadernos viejos de años anteriores ya que para algo le habrían de servir, después de haber dejado la escuela por un tiempo debía estar preparado; y con eso su recámara quedó terminada.

—Mamá, voy a salir— anunció al descender por las escaleras.

—¿Ya terminaste con tu habitación?

—Yo también saldré— habló también el mayor; la mujer subió y lo corroboró ella misma, cosa que ninguno de los dos se esperaba.

—Rafael, tú te quedarás a terminar de desempacar tus cosas y luego me ayudarás con la cena—, su madre sólo les hablaba por nombres completos cuando era algo muy serio; sino sólo eran "Rafa y Cris". Esta vez el asunto iba muy en serio ya que Rafael había dejado las cosas a medio terminar.

Cristian se mofó de su hermano y de inmediato salió a la calle.

**

Todo lucía normal, la gente iba y venía, jóvenes paseando en bicicleta y patines, una heladería, parejas tomadas de la mano, niños llorando porque sus padres no querían comprarle un dulce; en fin, el paisaje era bastante tranquilo comparado con la capital, donde cientos de autos contaminaba el aire con sus emisiones de gas y el ambiente con los infernales sonidos de su bocinas y motores.

Metió las manos en sus bolsillos y siguió caminando; llegó a lo que parecía la plaza principal, donde una fuente adornaba el paisaje; decenas de bancas de madera pintadas de color blanco bajo la sombra de los enormes árboles, área de juegos para los niños, espacio para estacionar bicicletas, todo parecía maravilloso, un lugar donde había paz.

Medianoche. (GDV 01)Where stories live. Discover now