Rumores.

2.2K 262 11
                                    

Capítulo 6

Rumores

Cristian miraba el reloj colgado en la pared sobre la pizarra, la campana había sonado hace escasos dos minutos y el profesor no debía tardar en llegar, ese nunca faltaba.

Suspiró, no entendía lo ocurrido hacía menos de una hora; después de la lectura de Abel para los niños su actitud había vuelto a ser la misma de antes, y durante el camino de la biblioteca a las aulas se fue.

—¿No vas a entrar a clase?— había cuestionado.

—Iré a ver a mi hermano, es más importante que la aburrida clase de economía— metió ambas manos en sus bolsillos y caminó hacia otra dirección. Eso era nuevo, Abel había proporcionado más información de la que solía darle.

Y en efecto, la clase de economía fue bastante aburrida, miraba ansioso el reloj y la puerta deseando que Abel apareciera, él sería lo único interesante en esa aula.

**

—Hermano Uriel— Abel lo llamó haciendo un énfasis casi burlesco en la primera palabra, —¿has visto a Ricardo?

Casi recostado en el marco de la puerta del salón, el nombrado rió ante ello, luego contestó, —está dormido, como siempre.

Abel se abrió paso y entró, su hermano se encontraba con los brazos sobre su escritorio y la cabeza hundida en ellos.

—¿Ricky?— le llamó, —¿te encuentras bien?— lo sacudió levemente y el mayor dio un brusco respingo el cual sorprendió a Abel haciéndolo retroceder un par de pasos.

—¡Abel, eres tú!— se frotó los ojos con el dorso de la mano, —disculpame, pero es que tengo mucho sueño.

—Esto no es normal. Si días anteriores has estado durmiendo no deberías estar cansado— le acarició el cabello, —tal vez no debiste venir a la escuela aún.

Para ese entonces se habían quedado solos los tres en el aula, el profesor de ese módulo no había llegado y todos los estudiantes se habían dispersado.

—Pronto estaré mejor, no te preocupes— le sonrió, —mejor ve a tu clase— le indicó.

—¿Estás seguro?—, Ricardo asintió sonriente. Abel exhaló resignado y sin estar del todo convencido se retiró, pero no precisamente a donde le había dicho Ricardo, tenía planeado perderse por los alrededores o subir a algún árbol y esperar a que fuera hora del descanso; pero para salir del aula tuvo que pasar muy cerca de Uriel.

—Hasta luego, mocoso— dijo el muchacho de cabellera bicolor, el pelirrojo sólo rodó los ojos en unna clara señal de fastidio y molestia pero no le contestó.

—Ya basta Uriel— dijo Ricardo una vez que la delgada silueta de su hermano desapareció de su vista, —deja de molestarlo.

—Sólo trato de distraerlo, está muy preocupado por ti, puedo sentirlo— llevó el índice izquierdo a su propia nariz y la tocó dos veces. Uriel era hábil olfateando el estado de ánimo de quienes lo rodeaban, él decía que cada sentimiento tenía un aroma en específico y existían contados seres que ante él eran inoloros, por ejemplo Ariel; por eso para Uriel le era muy difícil, casi imposible, comprender a su melliza, pero eso no le impedía quererla.

—Lo sé— contestó el otro, —y en verdad no me gusta ser el causante de su angustia.

—Y todo por Jaime, ¿verdad?— Uriel se acercó y arrastró una silla para sentarse junto a él, —Ricardo, no le des tantas vueltas al asunto; háblale y ya.

Medianoche. (GDV 01)Where stories live. Discover now