Familia de sangre.

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Capítulo 4

Familia de sangre

—Cristian—, la muchacha de larga cabellera oscura, como de costumbre, prácticamente se colgó de su brazo, —es mejor que no te acerques a Abel ya te había dicho antes: él es problemático, a nadie le cae bien.

Permaneció pensativo unos segundos, no podía decirle a Pamela que en realidad era Abel el que lo seguía y que además solía llamarla zorra, —no tiene muchos amigos, así que supongo que por eso hace lo que hace— exclamó Cristian.

—¿La estás justificando?— ella aminoró el paso para verlo a los ojos.

Sí, lo había hecho, pero no sabía por qué; —no, no fue esa mi intención— se defendió, —pero creo que nadie debería estar sin amigos, ¿no piensas lo mismo?

—Cristian, eres muy amable, en serio; pero Fanny y yo sabemos lo que le hizo a aquél muchacho, Abel no necesita tu lástima.

—No es lástima—, el moreno se zafó de su agarre; —pero ya, ¿podríamos dejar de hablar de él?

—De acuerdo— contestó Pamela algo satisfecha, hablar del pelirrojo tampoco era algo que quisiera.

Durante unos minutos sólo se escuchaba la voz de Pamela, hablaba de las rutinas de las porristas y lo maravillosas que eran las competencias cuando el equipo viajaba a otras ciudades.

Se dirigían a las canchas donde Rafael terminaba su entrenamiento, ya que la práctica del equipo de basquetbol tenía un horario antes de que comenzaran las clases, por ello a partir de entonces Cristian iría acompañado de Pamela a la universidad, a menos que pudiera escabullirse o escapar de ella, táctica que no había funcionado ese día.

—¡Hola!— exclamó ella al acercarse y agitar la mano; el mayor de los Krell le contestó el gesto.

—¿Ya casi son las cuatro?— preguntó cuando ambos se aproximaron y miró su reloj, —vaya, qué rápido pasa el tiempo cuando se está ocupado.

—Rafa es mejor que vayas a las regaderas; ya casi es hora de clases— intervino Cristian.

—¿No crees que a veces exageras?— se secó el rostro con una toalla mientras reía.

Después de llevar a su hermano casi a empujones para que se duchara y no llegara tarde a la primera clase del día, Cristian caminó de prisa hasta su aula, exhaló aliviado cuando notó que el profesor aún no había arribado y se desplomó en su asiento; segundos después algunos de sus compañeros entraron apresuradamente y detrás de ellos, el docente.

Todo inicio sin contratiempo, pero justo cuando el mayor tomó la lista de asistencia y nadie contestó al nombre de Abel Yang, Cristian recordó la charla de hacía unos minutos.

<< Eres muy amable, en serio; pero Fanny y yo sabemos lo que le hizo a aquél muchacho, Abel no necesita tu lástima. >>

El pelirrojo, sin contar a su familiar, no parecía tener a nadie más cercano; además por lo que las chicas le había dicho aborrecía a la chica llamada Ariel. ¿Por qué Abel tendría enemigos?

Estar sin compañía era algo que Cristian consideraba horrible; tal vez porque le temía a la soledad.

Y para rematar recordó una de sus extrañas charlas.

<< Por cuánto tiempo te considerarán el nuevo, en cuanto tiempo dejarás de ser la novedad de las porristas, y finalmente el lugar que ocuparás en la cadena alimenticia; como un loco obsesivo por el ejercicio, como un ratón de biblioteca, o como un chico hueco que sólo busca ser popular y presumir lo poco que tiene. >>

Medianoche. (GDV 01)Where stories live. Discover now