Capítulo 8

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Es una hermosa mañana en Lavelcville. El cielo está despejado, y el sol brilla con intensidad. Theo y yo vamos juntos en la bicicleta. Intento manejarla despacio, para experimentar esa sensación de tener una bicicleta casi nueva. Y él... Bueno, él lleva una caja de cereal en su mano.

—Theo, mira. Este es el centro de la ciudad —le digo—. Lo más bonito aquí son los bulevares, a tu derecha, puedes ver la estatua del león primaveral.

—Sería genial si ese león cobra vida.

—Theo, no digas tonterías. Anda, continuemos el recorrido. Espera... ¿Ves allá arriba —señalo—. Es la gran presa. Las aguas del río Cerezo se dirigen allí, nos abastecen de agua, además producen energía eléctrica.

—Anthony. ¿Y qué me dices de ese puente? Si mal no recuerdo, pasamos por ahí cuando fuimos al Pato Chocolatoso.

—Sí —confirmo—. Es el puente Cerezo, allí conocí a Cherry: el hada que me concedió un deseo y te hizo salir de mis sueños.

—Bueno, eso lo sé.

—¿Conoces a Cherry?

—Sí —digo—. Ella fue a tus sueños, ya sabes, para traerme aquí.

Cruzamos el puente. Yo pensaba visitar a mi padre en la tienda de chocolates, pero los planes cambiaron. Antes de llegar, Theo descubrió un sendero que yo —en mi agitada rutina— nunca había visto.

—¿A dónde lleva ese sendero? —preguntó Theo con la boca llena de cereal.

—Qué extraño, jamás lo había visto.

—Quiero ir.

—¿Y si es peligroso? —dudé.

—Anthony, no nos pasará nada, vamos.

—Acepto, pero solo por curiosidad —admití.

—¡En marcha! —exclamó con efusividad.

El sendero estaba cubierto de hojas. No había camino alguno hecho por el hombre, se sentía como si nos estuviésemos adentrando en un enorme bosque. De corazón esperaba no perderme, y menos con Theo. Su buen humor permanente, y esa adicción al Blossom Sparks hubiese sido mi perdición. Supe que las provisiones no durarían en caso de extraviarnos.

Siempre caminando en línea recta, llegamos a un misterioso lugar.

Tal sitio, estaba cubierto de hojas secas. El suelo parecía ser más antiguo que el concreto, además, había una fuente cubierta con plantas enredaderas. También era un espacio tranquilo, y se respiraba aire puro.

—Es agradable —le dije a Theo, mientras él caminaba alrededor de la fuente.

—Es extraño, siento que he estado aquí antes —comentó—. Pero... es la primera vez que estoy aquí.

—¿Un deja vú? —quise saber.

—Probablemente.

Theo puso la caja de cereal sobre la orilla de la fuente. Él me observaba con detenimiento.

—¿Qué sucede? —le pregunté.

—Acércate.

—¿Para qué?

—Solo acércate.

Él insistió, hasta que finalmente me acerqué.

—Gracias —dijo en un susurro—. Anthony, ahora mira este lugar, deja que te atrape, que cada hoja seca y el aire puro sean parte de ti.

—¿Qué pretendes, chico de mis sueños?

—Hacer tus sueños realidad.

Theo se acercó más. Yo pude apreciar esos ojos verdes tan cerca, y realmente me atrapaban.

Volverá la primaveraWhere stories live. Discover now