Capítulo 6

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La profesora hizo una mala cara cuando mencioné el nombre de Theo.

—¿Y qué hace Theo aquí? —preguntó.

—Él es… —musité—. Es un nuevo estudiante —respondí con timidez, al ser lo único que se me pudo ocurrir.

—Es extraño —comentó la profesora—. El comité no me habló de un nuevo estudiante. —Hizo una pausa—. Theo, ¿podrías decirme cuál es tu apellido? —lo indagó, mientras mis compañeros de clase observaban expectantes.

—Soy Theo.

—Ya lo sé, pero, necesito tu apellido para buscarte en el registro —explicó la profesora con un tono de voz que denotaba impaciencia.

Theo extendió la mano, de la misma emanaba una especie de resplandor que llegó hasta su brazo. Luego, él comenzó a reír. Yo estaba anonadado. Ese chico —literalmente salido de mis sueños— hizo un acto de magia, y lo peor, delante de todos.

—Anthony. —Theo me dirigió la palabra—. ¿Quieres mirar a tu alrededor?

—¿Para qué?

—Solo mira.

Esto es impactante. Absolutamente todos en el salón se encuentran paralizados, con excepción de Theo y de mí.

Marisa mantiene su boca abierta, pues  bosteza, mientras la mano que toca su cabello está inmóvil. Uno de mis compañeros de clase está a punto de estornudar, pero tampoco hay movimiento. La profesora permanece con la mirada fija, y los ventiladores del salón no emiten sonido alguno.

—Theo... —pronuncio con voz temblorosa—. ¿Pero qué hiciste?

—He detenido el tiempo —asegura con naturalidad, mientras su mano sigue brillando.

—¿Y por qué hiciste eso?

—Bueno, hay más —confiesa—. Pon mucha atención.

—¡Espera! ¿No les harás daño, verdad?

—Anthony, puedes estar tranquilo... Ahora, observa.

La mano de Theo comenzó a brillar aun más. Tal fulgor se extendió por todo el salón.

Segundos después... —Bueno, casi segundos pues el tiempo estaba congelado—, noté que se formó una especie de onda que se expandió más allá hasta desaparecer. Luego, vi como un pétalo —de los tres que Theo tenía marcados— consiguió desprenderse y caer al suelo, quedando así dos pétalos en su mano.

—¿Ahora qué hiciste Theo? —le quise preguntar.

—Hice algo simple.

—Pero eso no se vio simple —debato en vo alta—.  ¡¿Qué fue lo que hiciste?! ¡Dímelo!

—Bien —dijo—. Acabo de convencer a todos aquí de que soy Theo y formo parte de tu vida.

—¡¿Qué?! —Abrí los ojos como platos.

—Así como lo oyes —canturreó—. Nadie hará más preguntas sobre mi origen.

—Theo —dije su nombre, y negué con la cabeza—. Esto es absurdo, y exijo que vuelvas todo a la normalidad... ¡Ahora!

—Lo siento, pero la hipnosis ya está hecha —explicó—, y ya no se puede revertir, aunque sí puedo hacer que el tiempo corra de nuevo.

—Entonces haz lo que se pueda —pedí resignado.

Theo cerró su mano. De inmediato alcancé a escuchar el grotesco sonido de los ventiladores moviéndose. Por otro lado, Marisa dejó de bostezar, y luego se escuchó un estornudo.

Volverá la primaveraWhere stories live. Discover now