Luego su saco, lleno de sangre por los lados, solo lo agitó muy fuerte y salieron las manchas.

Después reveló la parte interior del traje hacia el exterior y se encontraba intachable.

En un abrir y cerrar de ojos. Era el mismo hombre de esa noche, a excepción de su tremendo hematoma en la cara.

Se apretó un poco la corbata y salió caminando.

—¡Hey espérame!

Lo seguí.

...

Nos sentamos ambos en una de las bancas del Fenvay Park.

Comenzamos a hablar y al medio minuto no podíamos contener las risas.

Era una confianza y química instantánea. Él sonreía mucho.

Se veía muy tierno.

—¿Así que te llamas Stella?—dijo sarcástico.

—Pues... puede ser...—exclamé suavemente, con mi mano tapando mis labios para evitar las risas.

—Y dime ¿qué quieres saber apreciada Stella?—Siempre finalizaba sonriente.

—Pues son muchas preguntas pero primero... para comenzar bien... Dime, ¿qué es lo que más te gusta hacer?—Él se comenzó a reír.

—De acuerdo. Pues primero me agrada decir siempre la verdad. Mi lema es la honestidad. No consigo digerir la mentira, es lo peor que existe...

—Te ganaste un punto con eso—repliqué sonriente.

El sonrió seguidamente después de verme. Luego continúe con el interrogatorio.

—Y... ¿Algo que odies o no te guste?

—Pues no creo que odie algo en particular, pero si hay algo que no me gusta... Son las alturas.

—¿Por qué?

—Porque te hacen estar lejos de aquellos que amas...—Cambió leve su tono de voz, de agradable a más sensato.

Solo le di una pequeña sonrisa sin lograr contestar eso...

—¿Te quedaste sin palabras? dale, sigues con la próxima—Acabó riéndose.

—Está bien, bueno bueno sigo—Alcé mi mano y la bajé con risa—. Ahora dime esto... ¿Eres parte de los hombres esos de corbata?—pregunté muy directa.

Él sonrió.

—Si... está bien. Te contaré. Lo sabrás todo, o bueno casi. ¿Te parece?—Bajó la cabeza en señal de que aprobara.

—Claro. Acepto, tengo toda la noche libre para escucharte—Moví la cabeza de arriba hacia abajo mientras respondía aceptando su respuesta. Él prosiguió.

—Los corbata somos en total nueve hombres. Somos una legión perteneciente a un gran maestro que nos enseñó a como sobrellevar la vida de la mejor manera. Siendo siempre hombres correctos—Pausó un rato—, cada uno de nosotros se diferencia por un diferente color, entre esos colores esta el rojo, azul, amarillo, verde, naranja y morado...

—¿Y el tuyo?

—De mi lado. Yo formo parte de los colores especiales... son solo tres: El blanco, el negro y por último el mio...—Tomó su corbata de la mano y finalizó—: El rosa.

—Genial—dije dejando mi boca abierta y con mi cara en asombro. Entonces era cierto lo de esos hombres magníficos.

Él volvió a reír un poco y luego me dijo:

—Actualmente todos estamos separados...

—¿Por qué?

—Por cosas de la vida...—contestó seriamente—. Pero espero el día en que volvamos a estar todos juntos como antes...—Cambió su seriedad por ternura.

Al terminar sus palabras sonrió lentamente mirando al cielo. Y yo me quede mirándolo como una gran pendeja que poseía el mayor tesoro enfrente...

Me había enamorado completa y perdidamente de este hombre de color rosa... el mismo color que más odiaba con toda mi alma cuando era pequeña.

—Oye Stella ¿te puedo hacer una pregunta?...—expresó agradablemente.

—Si. Dime—respondí con simpatía.

Mirando al cielo nuevamente, me dijo:

—¿Cuál es tu color favorito?

—Pues cuando era niña mi favorito era el azul turquesa...

—¿Y ahor...

—El rosa—contesté al instante sin ni siquiera poder pensarlo.

Él volvió a sonreír y volteó a verme.

Quedando congelada y secuestrada en esos cafes brillosos de ensueño.

—¿Sabes cuál es el mio?

—¿Cuál?—repliqué tontamente.

—Es el color Stella—dijo alegre con sonrisa.

—¡Pero ese no existe!—declaré con mis ojos muy abiertos. A lo que él respondió...

—Claro que existe. Lo tengo enfrente—sentenció con sonrisa... y también... con mi corazón en sus manos.

Estuvimos diez segundos viéndonos fijamente.

Hasta que se acercó a mi...

Y me dio un beso en la mejilla.

Dios. Tenía mi corazón a millón. No me salían las palabras.

Luego él se levantó. Sin yo saber que ese beso había sido para despedirse.

Y después dijo las palabras mágicas. Pero esta vez, serían para romper mi corazón en mil pedazos.

—No me vuelvas a buscar más. Lo nuestro es imposible Stella. Lo siento.

Se fue.

No me podía parar del banco. Quedé helada.

Estaba petrificada con cada una de sus palabras.

Intenté decir algo pero me fue inútil. No salía nada.

Me encontraba destrozada, pero no conseguía llorar.

Bajé la cabeza mirando al suelo con ambas manos en mi rostro.

Y pensé muchas cosas en mi cabeza.

...

Pero al final de la noche supe que debía hacer.

Lo siento rosa...

Pero.

Coloqué frente en alto y miré hacia el cielo de la noche.

—Seguiré intentándolo.

Corbata rosaWhere stories live. Discover now