Impacto

1.3K 143 21
                                    

Un grandisimo y jodido problema es lo que tenía ahora.

Kanda creía que no podía ser peor, pero era un maldito desastre a la hora de tratar ser amable. Imaginaba la infancia de Allen siendo un niño meloso, tierno y sentimental, no a un mocoso altanero, amargado y grosero.

Cuando pasó el accidente con la Inocencia el primero que trató de intervenir para conseguirla fue Allen. Ante una acción inesperada se generó un destello iluminando todo alrededor. Cuando disminuyó el destello Kanda se acercó a donde el Moyashi podría estar, pero no había nadie más que un pequeño niño con ropajes extraños. Tenía cabellos de un tono castaño y una coleta pequeña, su rostro no tenía ninguna marca rojiza que atravesara su ojo. Hasta que observó el brazo rojo se dió cuenta de que se trataba del Moyashi.

Estúpido niño. Inconsciente se veía igual de adorable como cuando terminaban sus asuntos privados.

Sonrió con malicia cuando se percató que sí era un maldito pervertido pensando en esas cosas en una situación como ésta, pero no le daría la razón a Lavi.

Maldición.

No quería admitir que, en momentos como este, no tenía la menor idea de qué hacer...

* *

Entre tanta charlatanería por parte de Komui, extrañamente Kanda empezó a divagar, recordando cosas sin sentido.

Llevaban poco tiempo con aquella extraña relación que habían decidido empezar. Kanda estaba consciente que no sólo satisfacía sus necesidades sexuales sino que también tenía en claro que sentía algo por el menor de los exorcistas, el segundo menor después del mocoso Timothy.

Maldijo en voz baja. Su mente estaba trayendo el momento que apareció el 14vo, por primera vez. Se estaba enojando, porque pudieron haber evitado todo ese relajo, pero siempre que pasaban ese tipo de cosas tenía que estar involucrado un ojogris de cabellos plateados a joder todo.

Maldito Moyashi.

Maldita sea el momento que ese Noé tomó posesión del mocoso frente al Akuma. La atmósfera había cambiado por completo. Y la mirada del Moyashi ya no estaba. Lo que reflejaban esos ojos amarillos no era más que destrucción. Entonces se dió cuenta que no era Allen, y una sensación de incertidumbre recorrió su cuerpo, ¿o acaso era miedo?

Ese estúpido niño era el único que podía hacer semejante estupidez como tener a un akuma frente a frente para luego apuñalarse con su propia espada. Y el muy idiota no lo dudó ni por un segundo.

Y le hizo saber al enano que si volvía a hacer semejante estupidez el mismo regresaría al brote de habas a la normalidad. Claro, después de una noche larga muy íntima, se lo hizo saber al final.

Pero Allen no le respondió. Simplemente se quedó ahí, abrazándose a sí mismo debajo de las sábanas. Estaba soltando unas lágrimas en silencio. Él, Kanda Yuu, no tenía palabras de consuelo y el mocoso debía saberlo, por eso sólo se acercó más a él para rodearlo con sus brazos y de esa manera hacerle saber que estaba ahí con él, pase lo que pase.

-No Kanda. Por favor... No...-trató de alejarse del abrazo, sin tomar en cuenta que Kanda era más fuerte físicamente, por lo que el peliazul se mantuvo firme.

-Moyashi, no me importa qué es lo que quieras.

-Pero, soy un estúpido. Y tengo 'esto' en mi interior... No deberías... Simplemente...

-¡Cállate enano! Tú eres un exorcista. Un estúpido moyashi que se preocupa por los demás. Recuerda que estaré presente cuando sea necesario. Tienes una promesa que cumplir ¿no es así?- Pero Allen seguía sollozando. Podía sentir los hombros del albino temblar ante su abrazo. ¿Porqué su abrazo no era suficiente? Entonces tenía que preguntarel... -¿Te dejaras caer, Al-...?

Pequeño Accidente - YullenWhere stories live. Discover now