Accidente

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Kanda sabía que la mayoría de los gestos amigables del mocoso moyashi eran mentiras. Que engañar a los demás con una tonta sonrisa añadiendo su estúpida frase de mártir "todo está bien, yo los protegeré" era más fácil a tener que decir la verdad y soportar las inquietudes y miedos de las personas a su alrededor.

Estúpido. Cómo si no conociera tan bien al moyashi. Aunque odiara admitirlo, Kanda era experto en sacarlo de su zona de señorito amable y lograba hacer que reluciera el verdadero Allen. Con el paso del tiempo empezó a reconocer sus gestos, y sin darse cuenta, ya se trataban con total naturalidad. La presencia del Moyashi ya no era tan molesta cómo antes.

Y el peliblanco lo sabía. A esa conclusión había llegado, ya que en su presencia no decía estupideces ni tenía que pretender ser correcto. Podría decirse que ya no se preocupaba en tratar de dar esa imagen de protector, y mucho menos con el espadachín.

Joder que él, Kanda Yuu, podía defenderse sin la ayuda del mocoso, y proteger a los demás siempre y cuando no estorbaran en su camino.

Ciertamente se había percatado, hace algunas misiones pasadas, que al pelear contra los Akumas sus movimientos estaban, hasta cierto punto, sincronizados. Y eso no era lo que le molestaba, porque el Moyashi ya no era un estorbo, sino que había ocasiones en que terminaba preocupándose por el menor. Y eso le cabreaba de sobremanera. No necesitaba ese tipo de distracciones en momentos tan cruciales como en una pelea. Maldita sea. ¿Cómo era posible? ¡Si lo odiaba! No, no quería seguir pensando tanto en el albino, pero es que tiene un actitud tan malditamente molesta que eso hace más difícil sacarlo de su cabeza.

Maldito mocoso.

Empezó a recordar cuando le dijo, de manera tajante, que no estrecharía su mano por estar maldito y aún así ese enano le hablaba, le enfrentaba, se pelaban, discutían por estupideces, y le ayudaba. Esos ojos grises, plateados quizá, eran tan expresivos que nunca se imaginó que desearía verlos cada noche.

No supo en con exactitud el momento que empezó a preocuparse por el albino.

Llegó a la nueva oficina de Komui. Se quedó fuera de la puerta, mirando fijamente la perilla. Sabía que al momento de ingresar tendría que lidiar con las molestas interrogaciones de Komui. Sus pensamientos fueron interrumpidos ya que el supervisor abrió la puerta para recibirlo con una sonrisa forzada y mirada preocupante, mientras le ofrecía asiento. Vaya, sería una historia larga el contar lo que había sucedido con el moyashi. Algo que quería evitar por completo.

-Bien Kanda, estamos aquí para que completemos el reporte de lo sucedido. No es porque no te crea, simplemente me gustaría escuchar tú versión. El reporte de los buscadores es un poco inconsistente.

-Tsk. Bien, pero que sea rápido. No quiero lidiar más con este asunto.

-Kanda no seas tan impaciente, además tengo algo importante que pedirte...

-Ni se te ocurra...

-¿Queee? ¡Ni sabes qué es!

-¡Puedo darme una idea! No lo voy a cuidar, maldición, no soy ninguna niñera.

-Jo, ¿estás diciendo que es un reto muy difícil cuidar al pequeño Allen?

-¿Qué estás insinuando? Es un mocoso insolente, lo mataría en menos de un segundo.

-Oh, vamos exageras. Tal vez crees que no lo noto, pero ustedes han empezado a tener una especie de, ejehm, como una conexión. Casi imperceptible para muchos, pero no para mi ojo agudo de Supervisor.

-Tsk, no tengo ni idea de lo que hablas.

-Ya que te pedí un favor y sé que la cumplirás, es momento de llenar los espacios vacíos del reporte. Quiero saber todo.

-Maldita sea.

Como odiaba a Komui porque lo conocía bien, y ni siquiera le caía mal del todo. Sabía las intenciones de Lee como Supervisor, y varias cosas cambiaron con el paso del tiempo. Era de los pocos que se preocupaban por los Exorcista, y el único que los trataba como humanos... Por eso... Por eso cumplía con lo que ese hombre le pedía. Otra razón por la cuál maldecir.

-Fue un jodido accidente. Provoqué al moyashi y la consecuencia fue "esto".

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No quería despertar, pero su cuerpecito percibía frío, trató de taparse con las cobijas calientitas. Se movía constantemente en la suave cama y...

¿Cama?

Red se quedó pensando en silencio, tratando de recordar cuando llegó a acostarse sobre una cama. Se suponía que debía estar en la tienda de libros del viejo ese, lo último que vió fue la luz verde destellante. ¿Se desmayó? ¿Cayó enfermo sin darse cuenta?

Despertó tirando las blancas sábanas. Agitado miró por toda la habitación, y se encontró en un lugar limpio, lujoso, con grandes ventanas y pinturas sobre las paredes.
¿En dónde rayos se había metido? ¿Era la casa del viejo vendedor? ¡Era muy poco probable!

Se pellizcó la mejilla derecha para cerciorarse de ser un sueño, pero sintió un poco de dolor. Revisó sus ropas y eran las mismas. Así que era real todo.

Muy bien, era momento de salir de ahí a como de lugar. Y sin pensarlo dos veces Red salió de la habitación sigilosamente, tratando de que no notaran su presencia, yendo por los pasillos.

Pequeño Accidente - YullenOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz