Dejándome llevar

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* * *

Meses antes del accidente...

Allen conocía las consecuencias de estar enamorado de un idiota con cabellos largos de un azul profundo. Claro que había más puntos en contra que a favor, pero él ya lo había aceptado. No le quedaba de otra.

Al principio le costó mucho trabajo el reconocer que sentía 'algo', en su interior, que se retorcía al punto de provocarle un cosquilleo y nerviosismo cuando estaba con Kanda, o cuando sus miradas simplemente se encontraban. Quería ocultar ese cosquilleo.

Trató de ocultarlo con todas sus fuerzas.

Pero su rostro también le traicionaba, tornando sus mejillas de un tono rosado cuando pensaba en el espadachín. Era imposible no querer desaparecer, salir huyendo para que nadie notara su sonrojo porque era muy probable que no sabría qué responder.

Estaba consciente que aquellos sentimientos no estaban bien. Que por ser exorcistas y hombres de manera directa ya los tenían en la mira por la Iglesia y el Vaticano.

Se había enterado, gracias a su querido amigo Lavi, de que las relaciones del mismo sexo eran pecado, la consecuencia ante tal acción era la muerte. Pero no consideró la información de Lavi relevante porque, en esos momentos, no tenía el problema que tenía ahora.
Una vida sencilla no era lo que podían tener en esos momentos.

Estúpido Kanda.

Estúpido él, Allen Walker, por haberse interesado en ese amargado antisocial. Es que ugh!, pudo interesarse por cualquiera y terminó enamorado de la persona que le odió desde el primer encuentro. Sin duda, algo estaba mal en Allen. Dejó salir un suspiro.

Desde aquél incidente en el Arca, o tal vez un poco antes, cuando llegó a proteger a Lenalee del Conde, nunca se había sentido tan contento por el hecho de que Kanda estuviera ahí.

Y no solo eso. Por supuesto que no. Primera vez que le veía con el cabello suelto, su uniforme de exorcista, y con su espada en sus manos atacándolo entre el humo que se había generado. Ya era algo común entre ellos dos, pero Allen notó que se veía tan bien el peliazul, así, sudando con su coleta desecha. Y se sintió terriblemente avergonzado por las sensaciones que empezaba a tener en su cuerpo. Los pensamientos extraños que le estaban surgiendo en su cabeza... ¡Por todos los cielos, no era el momento para pensar en esas cosas!

Empezó a sentir su rostro calentarse ante semejantes pensamientos, no tan coherentes, que le venían a la mente. Por eso se quedó alejado de sus amigos y compañeros, para que nadie lo viera en ese estado tan vergonzoso.

Cuando pasó lo de Skinn Boric quiso quedarse para pelear juntos. No iba a permitir que Kanda se enfrentara solo a un Noé y que no los alcanzara más adelante, pero eran un desastre peleando juntos, razón por la cuál Kanda le dijo que era mejor que se largara con los demás.

Se negó, trató de ponerse necio. No quería apartarse de Kanda, y no entendía el porqué. Y el espadachín ni siquiera miró atrás. Lo último que vió aquel oscuro momento fue la espalda del espadachín.

Recordaba eso y aún sentía el dolor en su pecho cuando le oyó a Tikky decir que todo había desaparecido, incluyendo Kanda y Krory.

Kanda...

¡No! Se reprimió a si mismo. Ya no tiene razón alguna para seguir pensando en eso. Había podido salvar a todos, aunque se descubrieron muchas cosas que le llegaron a asustar de manera notable.

Se reconfortó un poco cuando recordó aquel feo sobrenombre, que le había puesto ese idiota, provenir de sus labios, la alegría que sintió cuando escuchó su voz en la habitación del músico.

Pequeño Accidente - YullenWhere stories live. Discover now