Pequeño Accidente - Yullen

Red en problemas

Contaba con un poco de tiempo y decidió hacer un pequeño recorrido a los alrededores por donde el circo se había instalado. Quería conocer el pueblo para no aburrirse y así tener un pretexto para salir de ese espantoso lugar. ¿Quién le iba a creer que las personas del circo eran unos aprovechados con los más débiles?

Por esa razón empezó a odiar los actos de circo, pero fue el único lugar en donde lo "habían" aceptado con todo y brazo deforme.

Aquel brazo rojo...

Cuando era más pequeño no entendía las palabras de desprecio a su persona, ya que no tenía noción de muchas cosas. Pero conforme pasaba el tiempo comprendió que las palabras ajenas dolían como golpes. Por esa razón sabía que le llamaban "Red", por la cosa que tenía como brazo; hasta lo habían exhibido como fenómeno de circo.

Y decidió mantenerse alejado de todos. Era mejor así. Tenía que sobrevivir de alguna manera, ¿no?

Cambió su personalidad por completo. Lo hizo para defenderse de los demás. Supo que tornándose insensible y ser nada amable las palabras de los otros dolían menos, y poco a poco su agresividad empezó a permear en su comportamiento. Su mirada ya no era la de un niño ingenuo.

Lo único que no cesaron fueron los golpes.

Era normal, ¿no? Siempre que veían su brazo lo golpeaban para mantenerlo alejado y de esa manera le hacían saber cuál era su lugar. Era algo que les encantaba recordarle al pequeño Red. Por lo que la mayoría del tiempo trataba de mantener su brazo izquierdo dentro de la bolsa de su pantalón, aunque este estuviera un poco descuidado y sucio era mejor así, evitaba que su brazo no llamara la atención.

Cómo odia ver las muecas de asco que los demás muestran sin compasión alguna ¡No es su culpa! ¡No había pedido nacer con un brazo deforme! Y ni imaginar qué dirían de él sí vieran el brazo completo.

Su aspecto realmente era desagradable, ese tono rojizo y la textura arrugada le generaban una sensación extraña, pero ¿qué podía hacer? ¿Arrancárselo? Tampoco podía imaginarse semejante escena.

¿Tenía curiosidad por conocer el motivo de su aspecto? Sí, pero eso no impedía que lo odiara por completo. Quería saber porqué el destino lo había elegido a él, por sobre todas las personas en el mundo, para cargar con semejante brazo. Llegándose a preguntar: ¿por qué Dios no lo quería?

Después de tanto caminar, y de seguir pensando en lo mismo de todos los días, salió de un callejón estrecho para incorporarse a la calle y perderse sobre la multitud. Con suerte nadie se percataría de el.

Pasaban los minutos y seguía observando cada tienda que se cruzaba en su camino. Hasta que su atención se vio puesta en una tienda de antigüedades. Sin saber el porqué su cuerpo lo encaminó hasta la entrada, se percató que yacía frente a unas puertas de madera rústicas. Titubeante ingresó muy lentamente a la tienda, haciendo sonar una campanilla. Y lo primero que vió fue montones de libros.

Toda la primera habitación eran estantes de piso a techo, de pared a pared repleta de libros grandes y chicos, delgados y gruesos, de pasta dura y blandas.

Red jamás había visto algo así en su vida. Claro que hubo un tiempo que intentó aprender a leer por su cuenta, pero el resultado fue un fracaso. La razón es que la poca paciencia que tenía, consigo mismo, no le ayudaba en nada porque quería aprender rápido, y al no lograrlo decidió abandonar. En algún momento consideró pedir ayudar, pero ¿a quién? No tenía en mente pasarse la vida buscando a alguien que quisiera ayudarle de buena fe y que este no lo rechazara por su brazo. No iba a seguir aguantando el desprecio de los demás.

Estaba perfectamente bien solo.

De manera silenciosa se le acercó un hombre, a lo que Red se espantó al oír su voz ronca invitándolo a ver los libros y alguno que otro objeto que tenía en la tienda. Quiso suponer que se trataba del dueño de la tienda, pero no le respondió la invitación y siguió por su propio camino dentro del lugar. Necesitó un par de pasos para darse cuenta que el lugar, aunque aparentaba ser pequeño, era más grande de lo usual.