The right thing for the wrong reason

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Bosque Encantado, Avonlea. Décadas atrás. Tercera persona POV.

El sedoso pelaje del venado estaba helado; el animal, que disfrutaba de las caricias de la joven, inclinaba su cabeza hacia adelante de manera sumisa; la hechicera agradeció que el se quedara quieto, cada vez que este sentía su tersa mano deslizarse detrás de la puntiaguda oreja. Rapunzel se había agachado y el venado se había acercado a ella, minutos atrás, alimentando al animal hambriento ¡Y cómo no! El invierno había llegado.

—Te prometo que todavía falta para que este lugar sea habitado. —Conversaba con él; las visiones que había tenido eran sobre una familia, discutiendo sobre una guerra de Ogros y a una joven muy bella, haciendo un trato con el Oscuro. —Puedes estar tranquilo dos años más.

La joven de ondulados cabellos contempló de manera distraída su alrededor. La nieve cubría todo cuanto se veía, todo era blanco, incluidos los árboles y maleza, los cuales estaban escarchados. Su mirada se detuvo en un hombre que la veía a lo lejos; su ropaje le llamó mucho la atención, iba prácticamente descubierto pese al terrible frío que empapaba aquel bosque.

—¿Necesitas una invitación, Apolo? —Cuestionó la hechicera; el joven Dios sonrió con timidez, rompiendo la máscara de seriedad que estaba impresa en su rostro. —No pareces estar muriéndote por las quemaduras. —Señaló la chica, pese a dejar de ver hacia su dirección; la joven sabía que estaba oculto entre capas de nieve, lo cual se suponía que debería afectarle y, por lo menos, provocarle escalofríos.

—Soy un Dios. — Respondió, con sencillez. Los pasos del hijo de Zeus eran notorios ya que la nieve, al ser aplastada, respondía con un curioso sonido al ser comprimida. El venado se tensó cuando escuchó al invasor; llevó las orejas hacia atrás y ladeó el rostro; los negruzcos y saltones ojos del animal enfocaron a Apolo. Rapunzel tranquilizó al animal, susurrándole cosas por lo bajo. —¿Sabes? Las personas son mejores a la hora de hablar.

La joven sonrió. —¿Sí? Pienso lo contrario, los animales pueden escucharte y te dicen lo que sienten sin decir ni una sola palabra, a veces solo es necesario una mirada o un toque, y te pueden transmitir lo que sienten.

—Había olvidado que fuiste encarcelada en una flor. — Respondió, avanzando.

El venado, pese a estar disfrutando del contacto de la hechicera, se vio forzado a girarse y mirar con altivez al Dios. El animal sabía su posición, detectaba el peligro en el aura que desprendía el Dios ¿Y cómo no temerle? Era el cazador por excelencia. Rapunzel le dio unas palmadas dulces al noble venado, antes de incorporarse. Apolo detuvo su andar y observó cómo la capa de la joven estaba cubierta por hielo.

—Tú tampoco pareces tener frío. —Señaló. Rapunzel alzó ambas manos, con sus palmas en dirección al Dios, de ellas se desprendía un brillo azulado. —¿Qué clase de magia es esa? —Se aventuró a preguntar.

La joven dejó caer sus brazos a los costados; las largas y holgadas mangas de la capa cayeron al mismo tiempo. La hechicera se acercó al Dios y se puso de puntillas. Su dedo pulgar tocó la frente de Apolo, causando escalofríos en él, pues para su sorpresa, los dedos de la bruja no estaban fríos.

—Magia no física. —Respondió cuando un resplandor azulado cubrió su mano, pasando a la frente del Dios. Una sensación agradable, confortable y tranquila lo inundó. Los hombros de Apolo descendieron cuando dejó de estar a la defensiva y, al mismo tiempo, se incómodo al sentirse desnudo, no de una forma física... sino de una espiritual.

—¿Qué es? —Interrogó con un hilo de voz, recuperando su voz cuando la joven rompió el contacto; cuando el Dios regresó de se trance, el venado había desaparecido y la chica estaba contemplando su alrededor.

Rapunzel and the lost demon (Robbie Kay, OUAT)Where stories live. Discover now