Run, devil, run

340 22 1
                                    

Chicos lamento no haber actualizado; no podré subir capítulo mañana porque saldré de viaje pero espero poder subir más capítulos la siguiente semana ¡Un saludo!

Inframundo. Actualidad.

—Así que, ¿Segura que estás bien? —Interrogó con duda Apolo. El Dios observaba ceñudo la lápida con el nombre grabado de mi padre en ella.

Mis dedos pasaron por las rugosas letras antes de incorporarme. —Se ha ido. —Musité al tiempo que sentía que un peso se quitaba de mis hombros. —Lo que me preocupa es la lápida quebrada de Michael.

Hubo un silencio antes que el ambiente incómodo se instalara. —¿No lo sabes? —Le miré de soslayo cuando el Dios me preguntó aquello con suma cautela. —Hades lo tiene prisionero.

—Tenía mis sospechas, aunque si las grietas aparecieron en la lápida, no puedo hacer nada por él.

Apolo me miró unos segundos de forma insistente. —Quizás tú no, pero yo sí. Puedo ayudarte a recuperarlo.

Me crucé de brazos y le encaré con seriedad. —Su alma está perdida y ni si quiera Hades podría restaurarla ¿Qué sugieres, Apolo? —El chico se encogió de hombros. —Espero que no estés pensando en pedirle ayuda a Zeus, es obvio que no estás en los mejores términos con él y yo tampoco le estimo demasiado.

—No estaba pensando en algo como eso. —Comentó con fingida exasperación. —Conozco una forma de traerlo de vuelta, solo necesito su traje de carne... —Le miré mal ante aquellas palabras. —su cuerpo ¿Vale? El alma necesita el contenedor con el que ha estado ligado.

Su mirada era determinada y me instaba a aceptar su propuesta, era descabellada y un tanto suicida. No podía dejar que el Dios me sedujera a realizar aquellos actos. ¿Bajar a niveles del Inframundo que, incluso Hades, pocas veces frecuentaba?

—No creo que sea el momento. —Decidí. —Hay asuntos que requieren nuestra atención, como el ritual y el maleficio que podría lanzar el señor de éstas tierras, además yo... —El Dios me miró con una seriedad pétrea. —No puedo.

—¿Por tus escasos poderes? —Cuestionó con desinterés pero con malicia en sus ojos marrones. —¿O por qué tus sentimientos por ese demonio te ciegan y te impiden alejarte de él? —El chico se acercó con firmeza, acortando el espacio que nos separaba.

Alcé el rostro para mirarle directamente a los ojos (ya que es muy alto). — No sé...

—No digas que no sabes de qué hablo. —Ordenó con rudeza. Sus ojos brillando al tiempo que eran estrechados y mandaban señales de peligro a cada rincón de mi cuerpo. —Te está usando, ¿No bastó para ti el hecho de hablarte como lo hizo? —Sus manos se aferraron con agresividad a mis antebrazos. Podía sentir sus dedos encajarse en mi piel.

—¿Es que todos los hombres desean el poder de tener al resto bajo sus pies? —Escupí. Apartándome de él. —Los Dioses son tan manipuladores.

Apolo se apareció detrás de mí; mi brazo se torció hasta tocar mi espalda baja cuando su mano me forzó a realizar aquel movimiento; su caliente y húmedo aliento golpeaba sutilmente mi nuca. —No tienes idea, Rapunzel. Ahora, te lo preguntaré nuevamente, y espero por tu bien que seas inteligente: ¿No quieres que te ayude... —Su cuerpo se pegó al mío y provocó que yo buscara alejarme de él pero su mano libre presionó a la altura de mi vientre, evitando que me alejara y aumentara el nivel de incomodidad. —... a recuperar a tu hermano?

Tragué en grueso y dejé que el aire se escapara de mis pulmones por la impresión. —¿Qué has dicho? —Musité en un hilo de voz.

—Mickey mouse. Ya sabes, el aprendiz. —Soltó con burla. Mis labios se secaron. —¿No lo sabías? ¿Por qué otro motivo tendría Merlín a otro niño junto a él cuando podía tenerte a ti, si se esforzaba lo suficiente?

Rapunzel and the lost demon (Robbie Kay, OUAT)Where stories live. Discover now