Set no sun

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Bosque Encantado. Años atrás.

—¿De dónde sacaste esto? —Cuestionó Malcolm fascinado e intrigado mientras examinaba la sortija donde se veía grabado el escudo del rey. Aquel anillo había estado envenenado y me había encargado de robarlo del rey para que no terminase muerto.

—Lo tomé prestado en el último baile que ofreció aquel hombre. —Repuse con simpleza. Los ojos esmeraldas de Malcolm se desviaron para fijarse en los míos; el adolescente arqueó una ceja con una sonrisa traviesa creciendo en su rostro.

—¿Aquel hombre? —Interrogó con burla. —Es rey. Además no creo que el rey sepa que tú tomaste la sortija ¿no es asi?

—Él definitivamente no es mi rey. —Respondí mientras me acomodaba la bufanda que cubría mi cuello. El chico parpadeó dos veces con diversión. —Si fuera mi rey le debería mi lealtad y mis servicios —Argumenté mientras rodaba los ojos. —Y no lo haré, Malcolm, he visto como trata a sus súbditos y a los nobles. Y no, no lo sabe.

—¿Lo estás juzgando?

—Yo diría, más bien, que aquel hombre solo finge proteger a su pueblo pero únicamente busca su beneficio. Es política.

—No es como si fuera secreto de estado. —Concordó conmigo. El chico tomó mi mano izquierda con delicadeza y se inclinó frente a mí. Colocó su rodilla frente al césped recientemente rociado por la lluvia de otoño. —Si a alguien le podría jurar mi lealtad sé a quién se la daría sin dudarlo. —Musitó en un murmullo mientras miraba el anillo en mi dedo anular.

Mis ojos se clavaron en sus manos sosteniendo con gentileza las mías. Mi corazón dio un vuelco porque aquello se podría malinterpretar. Y aquel pensamiento me agrado mucho más de lo que debería. Carraspeé ligeramente y desvíe la mirada. —Sería excelente encontrar un lugar donde no gobernase ningún rey. —Musité para acallar aquellos pensamientos acalorados y nada correctos. Había imaginado, solo por un instante, una vida junto a Malcolm. Una vida tranquila e íntima con aquel niño de ojos brillantes y curiosos; aquel joven con alma aventurera y llena de espíritu.

—Lástima que no exista. —Concordó. Un silencio se fue armando en aquella zona alejada del pueblo. La noche estaba por llegar pero el sol aún no se ocultaba. —¿Te he incomodado? —Cuestionó de pronto. Sonreí ligeramente. No sabía cuándo Malcolm había aprendido a leerme con aquella facilidad. Le miré de reojo y el chico alzó la barbilla cuando sus ojos conectaron un instante con los míos. —Lo he hecho. —Afirmó solo entonces. El adolescente se despeinó cuando pasó sus dedos por las hebras de su cabello. —No diré que lo lamento, porque sería una mentira. —Soltó poco después con una sonrisa sincera pero un tanto orgullosa.

—Pero tampoco esperas una respuesta. —Terminé por él. Cuidando en todo momento las palabras que le dirigía. Por más ilusión que me hiciera conocer y escuchar aquellas palabras no podía darme el lujo de decirle que el sentimiento... tampoco me era desagradable ni mucho menos. No podía comunicarle que mi corazón buscó salirse de mi pecho. No sería correcto y si me dejaba llevar por mis sentimientos estos no podrían durar por mucho tiempo y sólo conseguiría un corazón roto, nada más.

El precio de la inmortalidad es un sendero solitario.

Escuché su risa pero cualquier palabra que buscó salirse por sus labios fue cortada por el sonido de los cascos de los caballos acercándose. Al encontrarnos en una orilla de los caminos cercanos al pueblo no se me hacía raro que pasaran por ellos animales y sus dueños; lo que se me hizo raro fue escuchar un carruaje. Los nobles no solían pasar por ahí, y eran esas personas las que tenían el lujo de comprarse un medio de transporte, la otra opción era que se tratara de la realeza (lo cual era el doble de improbable).

Rapunzel and the lost demon (Robbie Kay, OUAT)Where stories live. Discover now