Traición

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Nunca Jamás. Tiempo atrás. Durante el coma.

Enséñame. —La voz tranquila de Malcolm irrumpió en las paredes húmedas y rocosas de la cueva. Un suspiro se escapó de mis labios. Era la centésima vez que repetía aquella sencilla palabra pero estaba empezando a colmar mi paciencia y la razón era porque no me dejaba concentrar. No podía meditar. Ni practicar, por lo tanto, aquel tipo de magia: el tantra. El tantra era un tipo de magia dedicada a la sanación; y necesitaba dominar aquello si quería traer a Peter de regreso. Pero eran horas de práctica ya que se necesitaba separar el alma del cuerpo, era una magia espiritual y antigua.

—Repíteme cómo es que sabes qué posees una pizca de magia. —Ordené con simpleza. Mis ojos estaban cerrados pero sabía exactamente dónde estaba Malcolm, podía sentirlo. Sí, Malcolm poseía una cantidad de magia que estaba bloqueada por alguna clase de hechizo. Lo que no terminaba por comprender es, que si sus poderes estaban sellados, cómo es que el chico sabía que la tenía.

—Simplemente lo sé.

Reí entre dientes y negué ligeramente con la cabeza. —Estás en la isla donde nace la magia ¿no te has puesto a pensar que tu magia nace de este lugar? No es por desanimarte pero aquí todos podrían utilizar los poderes que les regala Nunca Jamás si quisieran. Y entre esas personas estás incluido tú, Malcolm.

—Sí, Copo de nieve. — Soltó con su voz cargada de sarcasmo y burla, estaba molesto por haberle explicado aquello como si él tuviera cinco años. Sonreí de forma ladina. —Pero sé que la sientes, así que deja de jugar conmigo ¿por qué otra razón sigo aquí sino fuera así? Fácilmente pudiste deshacerte de mí.

—¿Será porque me cansé de enviarte al campamento la quinta vez que regresaste a la cueva? —Cuestioné de forma cansina. El chico había llegado por la madrugada a pedirme que le ayudara con su magia, me había negado y él, siendo tan terco, no me dejó en paz hasta que lo trasporte con magia hasta el campamento; lo que no me había esperado es que regresara a las cuevas del eco e insistiera otra vez, y muchas veces después de aquella.

—No me iré hasta obtener la respuesta que quiero. —Comentó con naturalidad. Escuché como sus ropas eran rasgadas al apoyarse contra las paredes de la cueva. —Espero que te agrade la compañía... — Sabía perfectamente que el joven era tan terco o más que yo y cuando se proponía algo buscaba cumplirlo a toda costa; no sabía si admirarlo o rematarlo y enterrar sus restos en el fondo de la cueva -tampoco es como si los niños perdidos fueran muy seguido a aquel lugar- sería el plan perfecto. —... ¿Te molesta si armo una fogata? Se hará de noche y pued-

—Bien. —Acepté con reticencia. Me levanté y observé la silueta de Malcolm iluminada por los pocos rayos de sol que aún se filtraban por la entrada de la cueva. Y, muy a pesar de que la oscuridad cubría su cuerpo, pude notar cómo se le marcaron los hoyuelos en las mejillas en una sonrisa triunfal y arrogante. Ugh, empezaba a arrepentirme de mi decisión.

Bien. —Repitió sin molestarse en cubrir el tono de suficiencia en su voz. Rodé los ojos. —¿Cuándo empezamos?

—Ahora. —Me acerqué a él y aparecí en mi mano un viejo libro con pasta delgada y desgastada. —Cuando lo termines de leer vendrás nuevamente a la cueva, antes no, y si no eres capaz de entender lo que dice no quiero verte aquí.

—¿Un libro? —Cuestionó con incredulidad. —¿No sería mejor... empezar con la práctica?

—¿Oh? ¿Ahora eres un experto en magia? —Musité con frialdad. El chico arqueó ambas cejas sin inmutarse por cómo me dirigía a él.

Rapunzel and the lost demon (Robbie Kay, OUAT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora