C31: Noticias buenas y no tan buenas.

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Habían transcurrido varios días, en los que no ocurrió mucho para contar. Luego de la partida de Mick, se respiraba una inmensa tranquilidad. Derek había conseguido lo que tanto deseaba: salir de ese sangriento trabajo.

Ahora no tenía que asesinar al hombre que lo tenía acogido en su casa, no iba a causarle más daño a esa familia. Un integrante ya había dejado de respirar en sus manos, conllevando con esto el dolor de las víctimas, es decir, sus seres queridos.

Ninguno de ellos lo merecía. El señor Montblack, siempre pendiente de sus parientes, no era una mala persona. Y ni hablar de Alice, ella desde que llegó Derek, ha sido amable y servicial. También estaba Juliette, con quien no había compartido tanto, pero era simpática.

No podemos olvidarnos de la ciega, sin duda era alguien especial para él, sin importar las discusiones, insultos y hasta golpes que se llevaba. Lizbeth le hacía reír con sus cosas y a la vez enojar, su carácter fuerte le atraía cada vez más porque ella no era como cualquier chica. Dicen que todos somos únicos, pero para Derek, Lizbeth era un caso particular y fuera de lo común, era como cuando llueve y aún hay sol. Podía ser tierna, y al mismo tiempo, gruñona. Podía sacarlo de sus casillas, pero le gustaba. Le gustaba discutir con ella, escuchar su risa o ver cuando fruncía el ceño y le tiraba improperios no aptos para una dama. También cuando la ayudaba en todo lo que necesitaba, por mucho que ella protestara.

Llegó al café, donde hace mucho tiempo atrás, había tenido que ayudar en la cocina para conseguir un plato de comida. Se sentó en la mesa justo al lado de la ventana con vista a la calle principal. Antes frecuentaba tanto ese local que ya era reconocido por los empleados del mismo.

Observó a través del vidrio como la gente se movilizaba con cierto apuro y desespero. Sintió que tocaron su hombro y al instante se giró. La esposa del jefe, a quien ya conocía, le regaló una sonrisa.

— Hola, señora Claire —saludó Derek.

La morena, que tenía el cabello perfectamente recogido en una cebolla, agarró su pequeña libreta y el bolígrafo.

— ¿Cómo estás? ¿Qué se te ofrece?

— Estoy bien. ¿Tienes café con leche?

— ¿Quieres acompañar eso con algo más?

— Quizá con una torta de frutillas y pasas.

Claire asintió y, después de anotarlo, desapareció rumbo a la cocina.

Dejó a Derek solo de nuevo con su propio enredo. Él saco un papel arrugado de su bolsillo y lo desdobló, era la carta que había recibido del laboratorio. La perfecta caligrafía y el sello aún permanecían intactos allí, junto con la duda y la indecisión. Volvió a leer cada palabra. ¿Sería buena idea aceptar la propuesta? ¿Alejarse de los Montblack sería una alternativa? Todo en la vida tiene sus ventajas, así como múltiples desventajas. ¿Era mejor guiarse por los beneficios o por los contra? Cualquier decisión dejaba espinas de dolor.

El laboratorio aclamaba su regreso o sino estarían en riesgo, pero existía la posibilidad de destruirlo si se aparecía por allí, lo cual era algo que Derek no estaba dispuesto a tomar. Sin embargo, su destrucción sería justicia para todas aquellas victimas que fueron asesinadas por él.

Por otro lado, una sensación, probablemente conocida como dolor, lo embargaba al capturar un escenario lejos de su familia de acogida. No era sólo un hospedaje para él, no se trataba de una casa, era su hogar. Y a nadie le gusta dejar su zona de protección y confort. Con los Montblack, sentía calidez, le agradaba llegar a esa puerta, cenar con ellos. Se sentía como un perro con su amo.

Experimento 366Donde viven las historias. Descúbrelo ahora