C22: ¿Romance?

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Ella pensaba concentrada, él buscaba el modo de hablar y romper aquella tensión abrumadora. Tras dar unos pasos más, encontró la manera y la arrastró hasta allí.

El lago Tuscawilla lucía hermoso de noche. Un servicio de canoas tenía lugar ahí.

—Queremos un paseo —le informó Derek al hombre encargado de alquilar los pequeños botes.

— ¿Qué pasa? —preguntó Lizbeth desconcertada por lo que había escuchado.

—Daremos un paseo en canoa —le explicó Derek mientras soltaba el brazo de la chica y sacaba de su bolsillo el dinero que el señor Montblack le había dado. Le pagó al hombre gordo de cabello gris, aunque no aparentaba tantos años para tener esa pinta.

— ¡No! —se opuso la joven.

—No hay vuelta atrás, ya he pagado —dijo con una sonrisa victoriosa.

Derek tomó la canoa número quince y agarró a Lizbeth. La alzó atando las piernas a su cadera. Lizbeth apretó la camisa de Derek. Gritaba que la soltara, sus pies querían tocar el suelo para estar más segura. Sus manos temblaban y estaban más pálidas de lo normal.

—Sostente fuerte —le ordenó él al poner los pies en la canoa de madera. El bote tambaleó con el movimiento.

Ella temblaba aún más. Él la ponía nerviosa, pero no de una linda manera. Con su torpeza la exaltaba causándole temor. ¿Qué tal sí le partía una pierna? Ella le tenía pavor a los hospitales desde que la llevaron a uno y le dijeron que sus ojos quedarían vendados para siempre.

Fue hace mucho tiempo atrás, pero todavía vivía con ese recuerdo, el peor recuerdo de su existencia. Desde ese acontecimiento, su vida cambió en todos los aspectos, incluyendo su vida con la sociedad. Su cantidad de amigos había disminuido bastante. Camille, la chica del McDonald's es amiga de ella ya que su madre tiene contacto con Alice, además de que Lizbeth va muchas veces al restaurante de comida rápida. Sin embargo, nadie quiere estar con ella y sus supuestas amistades se alejaron con su ceguera.

Derek la sentó en una de las tablas de la canoa y se ubicó en el otro asiento. Tomó dos remos del suelo. Agarró la mano de Lizbeth, dejó el objeto de madera sobre su palma. Ella sintió el peso y lo sostuvo.

—Mete tu remo en el agua, yo te guiaré —dijo él y colocó su remo en el agua al observar como ella hacia lo mismo—. Izquierda —le indicó y movió el remo de madera en esa dirección.

Lizbeth intentó seguirlo, pero no era tan fácil.

—Es hacia el otro lado —la corrigió y ella ya parecía llevar el ritmo.

El lago se iluminaba con la luz de las farolas. La luna y las estrellas se proyectaban como reflejos en el agua y los árboles generaban un aire fresco.

Los otros botes también estaban ocupados. La mayoría por parejas, habían pocas familias.

— ¿Qué querías hacer con tu vida? —él comentó con un toque de curiosidad en su voz.

— ¿A qué te refieres? —preguntó Lizbeth.

—Me refiero a cuál era tu plan antes de tu ceguera.

—Ser escritora —respondió nostálgica al recordarlo.

— ¿En serio? —se sorprendió y casi dejaba caer el remo.

—Sí, siempre me ha gustado la posibilidad de crear tu propio mundo, tus personajes y darles vida a través de las palabras. Tengo mis relatos, los que jamás he podido escribir a causa de mi ceguera, grabados en audios en un aparato. Tengo miedo de perderlos y no poder recuperarlos —expresó con melancolía, le dolía hablar de ese tema. El pasado era agrio para ella, aunque fue su época más feliz.

Experimento 366Donde viven las historias. Descúbrelo ahora