C28: Llamada decisiva.

216 19 0
                                    

Derek dejó su mochila en el suelo y dirigió su mirada a la mesa de vidrio situada entre los sillones, donde un pastel de chocolate y un pequeño portaretrato reposaban. Era la foto del difunto hermano del señor Montblack. Se veía feliz en aquel retrato, al menos su sonrisa lo simulaba.

Derek comprendió, basándose en las caras tristes de los presentes y los objetos antes mencionados, que el recuerdo de aquel sujeto inundaba la sala.

La culpabilidad volvía a invadir su generador de acciones, o lo que los humanos comunes llaman "mente". Todas las lágrimas derramadas caían sobre sus hombros como si se trataran de pesados sacos llenos de cemento.

Giró la cabeza en dirección a Lizbeth, pero no pudo ver su cara, la tenía apoyada en el hombro de su padre. Ver esa escena le generaba...¿tristeza? Lo cierto es que sus ganas de salir corriendo de allí aumentaban.

Se dirigió a la cocina para escapar de esa imagen que atropellaba su estabilidad, podía gritar que él había asesinado a ese hombre. Se sentó en uno de los taburetes y sacó un papel arrugado de su bolsillo, buscó en el pequeño portalápices que se encontraba siempre a un costado de la barra y tomó un lapicero. Desdobló el papel arrugado y se dispuso a garabatear como método para frenar sus impulsos.

Afortunadas sus lágrimas que rozan su cara, más suertudas que yo son, porque ni tocarte un dedo he podido.

Ser el causante de tus lágrimas, es la peor experiencia. Es tan lamentable ver como tus ojos se inundan y saber que yo soy el culpable de tu tristeza.

¿Quién soy yo para quitarte la felicidad?

Escuchó unos pasos y recostó sus brazos sobre la hoja en un intento de tapar lo que había escrito. Juliette y su hermana entraron a la cocina para lavar sus caras. Juliette abrió el agua y luego de refrescarse, le dejó espacio a Lizbeth para que ésta hiciera lo mismo.

Derek observó como la castaña salía y se bajó de la silla, caminó a grandes zancadas hasta la ciega, quien soltó un sollozo. Él la acunó en sus brazos sin hablar y ella, sorprendentemente, correspondió. Su mejilla se apoyó en la camisa beige.

—Lo siento mucho —soltó en un susurro.

Recibió un asentimiento de su parte y, ella aclarando su garganta, prosiguió:

—Hoy era su cumpleaños y siempre lo celebrábamos aquí, el pastel con sabor a chocolate era su favorito —recordó y aspiró el olor de la camisa, el cual identificó como papas fritas.

Lo siento bastante -repitió él. Era obvio que ella no se daba cuenta de por qué el chico se disculpaba realmente.

Lizbeth se separó rompiendo el abrazo y continuó hablando.

—Siempre me consentía con todas las malcriadeces que pedía —una sonrisa nostálgica cubrió su cara-. Ya que mi abuelo murió cuando era muy pequeña, él era como mi segundo padre, pasaba más tiempo conmigo que mi propio papá.

Derek entrecerró los ojos y apretó la mandíbula, la chica siguió contando para desahogarse y sacar todo el dolor de su pecho.

—Cuando tenía seis años y aún podía ver, él nos llevó a mí y a Juliette a Orlando. Ambas soñábamos con ir al parque Magic Kingdom. Nuestros padres no pudieron llevarnos —se encogió de hombros y suspiró-. En realidad casi nunca nos prestaban atención, el trabajo los atareaba.

—Deja de atormentarte con recuerdos.

—No. De hecho, me alivia poder recordar momentos tan felices. Sin duda, era mi tío favorito. Es terrible cuando despertamos y ya no estaba, no respiraba, se había ido...

—La vida no es justa para nadie —justificó.

—Era joven y además no lo merecía -resopló y sintió como Derek volvía a envolverla en sus brazos para intentar consolarla—. Estoy segura que alguien se encargó de asesinarlo, no tenía razón para cometer un suicidio...sé que era feliz.

Las palabras de ella eran como una lanza para Derek, ahora estaba presionado y la verdad podría salir de sus labios. La apretó más a él. ¿Qué haría si se entera de que el asesino la tenía en brazos en ese mismo instante? De seguro, nada bueno. El simple hecho de pensarlo, lo hacía espantarse. Daba por sentado el hecho de que lo echarían de la casa, tal vez llamarían a la policía y caería de nuevo tras una sucia celda. Ver a Lizbeth, su ciega, en ese estado le hacía sentirse impulsado a escupirlo todo; sin embargo, las consecuencias lo detenían.

—No queda duda de que le querías.

Lizbeth sollozó asintiendo y tragó grueso.

Había mojado un poco la camisa del robot, pero ella no lo notó y él no le dio importancia.

Derek mojó sus manos con el agua del grifo y las pasó por el rostro de ella. Luego le entregó una toalla pequeña que encontró al lado del lavaplatos.

Ambos se sentaron en silencio. Observaba cada rasgo y facción de la que estaba a su lado, sus ojos permanecían rojos. Las pequeñas pecas de sus mejillas llamaron su atención, bajó la mirada a sus labios, los cuales pocas veces formaban una sonrisa. La belleza de la chica lo cautivaba, aunque como dicen: las rosas traen espinas, y ciertamente, era así. Su carácter y su actitud fría definían dichas espinas. Algunas veces, era amigable y amable, pero no correspondía al sentimiento de Derek y eso contaba como una espina más. Por supuesto que debía tener defectos, pues no existe, ni existirá ser perfecto en el mundo. Derek no se quejaba de aquellas imperfecciones, sólo buscaba estar a su alrededor.

La señora Alice entró a la cocina para empezar a servir la cena. Derek colaboró al poner los utensilios y vasos sobre la mesa. Cuando tuvo estuvo listo, se ubicaron alrededor del comedor. Lo único que se escuchaba eran los cubiertos golpear contra el plato. Nadie parecía dispuesto a intercambiar palabras durante la comida, cada uno iba sumido en sus pensamientos.

Derek se dedicó a inspeccionar las expresiones de todos. El jefe de la casa, tenía el ceño fruncido mientras masticaba un trozo de lasaña. Su víctima, su próximo homicidio estaba allí. ¿Le causaría más daño a esta familia? ¿Dejaría a Lizbeth y a Juliette sin padre, y a Alice viuda? Era una misión más complicada de lo normal, involucraba a personas inocentes y que ya habían sufrido antes por una pérdida de la cual él llevaba culpa.

Al terminar la comida, entró a su habitación. No iba a generar más angustia y pena a los que lo han recibido en su hogar. Sacó su móvil de la mochila y marcó el número del contacto identificado como Mick Morrinson. Sonaron tres pitidos y la voz de su patrón se escuchó al otro lado de la línea. Era momento de acabar con el asunto y abandonar su compromiso.

N.A: ¡Hola! Aquí está el nuevo capítulo. Ya estamos en la recta final, faltan como tres capítulos (si no me equivoco).
Me gustaría que votaran y también comentaran sus opiniones, son de gran ayuda ya que luego de terminar la historia, me dedicaré a editar.

¡Espero que les haya gustado el capítulo! :)

Experimento 366Where stories live. Discover now