Después de la tormenta...

6 1 1
                                    


Stephan acarició a Ariadne sentados en su cama hasta que no la oyó gemir ante el llanto, supuso que había quedado dormida así que la acomodó en la cama antes de salir. Su padre junto a los hombres del establo llevaron a la madre de Ariadne a otra habitación, él no podía observarla siquiera, sentía un dolor inmenso debido a la escena y estaba aturdido, ya que no sabía que haría con Ariadne.

Luego de dejarla acostada en otra habitación fue con Stephan, quien se encontraba con su madre en la sala, los dos con el rostro impregnado de angustia, él levantó la cabeza hacia su padre y le instó que se sentara a su lado, así estuvieron un momento hasta que Stephan rompió el silencio.

—Y ahora... ¿Qué sucederá con Ariadne?

Sus padres lo observaron y fue Maximillian quién habló...

—Yo... estuve pensando, que quisiera ser su tutor, no tiene a nadie mas y en verdad la quiero mucho, como si fuera mi familia... No se que piensan ustedes.

El rostro de Stephan cambió totalmente, de la angustia ante la situación a tener una pizca de felicidad en sus ojos, porque tal vez, Ariadne no deba seguir sirviendo para él, y dada la circunstancia, el problema de amarla sería mínimo.

—Me parece perfecto padre, estos últimos días nos hemos llevado bien, creo que si forma parte de la familia no sería un problema.

Los dos observaban a Elizabeth esperando su opinión, el rostro de la mujer era impasible, pensando en la situación, en cómo sería que Ariadne formara parte de la familia, y no encontraba una opción negativa, su esposo la quería y no podía estar en contra de su palabra, sin embargo ella cambió de parecer, la niña ya no le caía realmente mal como hacía tan solo unos días, al verla tan indefensa esperando que su madre mejorara, sintió piedad de ella, supo que no se merecía más dolor. Y si se esforzaba tan solo un poco, sabría quererla.

—Me parece bien, me equivoqué con ella Maximillian, la traté mal, sintiendo el dolor de no poder haber traído al mundo a una niña cómo queríamos, y al verla cada día solo podía recordad eso... Haremos hasta lo imposible por ella, quédate tranquilo, estoy totalmente de acuerdo.

Luego de esa reacción los dos hombres sonrieron y Maximillian abrazó a su mujer, a esa hermosa mujer que él tanto amaba, que a pesar de que todos creían que era una mujer malvada, tenía un corazón puro, el cual guardaba en la oscuridad.

—Ya fueron a la casa del párroco para velarla en la mañana, no creo que sea adecuado que Ariadne comparta un momento más junto a su madre.

—Es lo mejor, creo que deberíamos ir a dormir, en unas horas espero que todo mejore para Ariadne y también para nosotros.

Luego de despedirse Stephan fue a la habitación de Ariadne para ver como se encontraba, la vio dormida, un tanto agitada aún por el llanto, entró y se acomodó a su lado, sentía miedo de dejarla sola y que se sintiera peor de lo que ya estaba, asi que sin mas se quedó dormido, junto a la hermosa mujer que quería para toda su vida.

Ariadne se despertó un tanto angustiada, ni bien despertó se dio cuenta de la situación pero se llevó una gran sorpresa al notar que a su lado había algo que no le permitía moverse, algo que la mantenía abrazada sin intención de soltarla. Al girar la cabeza vio a Stephan profundamente dormido, al verlo se sobresaltó, pero eso, solo le tomó un momento ya que al verlo tan de cerca se sintió maravillada al ver su hermoso rostro, su cabello caía despeinado sobre su frente, sus labios los tenía levemente abiertos y tuvo inmensas ganas de tocarlos, sentir el calor que emitían, quería sentirlos sobre los suyos... Al darse cuenta de lo que estaba imaginando suspiró e intento levantarse, siendo esto inútil ya que Stephan la sostenía cada vez mas fuerte.

A un verso de ti...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora