Abriendo los ojos...

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El día paso sin mas novedades, Ariadne debió arreglar un vestido de la condesa, recibiendo insultos por parte de la mujer sin razón aparente y como toda sirvienta debio quedarse en silencio pidiendo perdón por su torpeza, la condesa necesitaba urgente ese vestido ya que en la noche habría una cena importante con un socio del conde y para la tarde no podría llevarlo hasta el pueblo.

—Señora, estará pronto en un momento, no es más que un poco descosido en el dobladillo, será rápido.

—Bien, espero que asi sea Ariadne, no tengo mucho tiempo para ti.

Ispirando profundo se dedicó a coser tranquila pero deseosa de salir de allí.

En un momento la Condesa se mueve bruscamente logrando que gran parte de la puntilla se salga e instintivamente Ariadne se echa para atrás viendo el desastre que se había formado.

—¡Niña tonta! ¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer? ¡Rompiste el mejor vestido que tenía para esta noche!

—Lo... lo siento señora, estaba casi terminando pero usted se movio...

—¿Qué yo me moví? ¡No seas insolente niña! Deja, vete de aquí en este momento antes de que me enfurezca mas de lo que ya estoy, por favor... ¡Vete! Consigue alguna de las sirvientas que suba y ten cuidado, estoy pensando seriamente despedirte como doncella, vete.

Con los ojos llenos de lagrimas hizo una reverencia e intentó salir lo mas rápido posible de la habitación.

Comenzó a correr intentando llegar a las escaleras y asi poder bajar, cuando giró en el pasillo se encontró con Stephan, quien lo miraba confundido frunciendo el ceño.

—Ariadne... ¿Qué te sucede?

—Oh, y ahora usted... siga su camino, y haga de cuenta que no pasé a su lado.

—Oye espera, estas llorando... ¿Qué te sucedió?

—Nada Stephan, nada fuera de lo normal, si me disculpa... me retiraré.

Sin entender absolutamente nada Stephan vio como Ariadne se perdió en las escaleras, y entendió muchísimo menos la razón por la que se preocupaba por ella... la sirvienta.

Como un flash se le vino a la mente el escandalo que su madre había hecho por el vestido y se dirigió directamente hacia su habitación.

—Madre... ¿puedo pasar?

—Por supuesto hijo, ven, pasa.

Su madre se encontraba leyendo frente a la ventana, y vio el vestido tirado sobre su enorme cama.

—¿Qué acaba de suceder?

—¿Esto? Oh, nada, Ariadne no es capaz de arreglar un vestido y me a culpado de que el vestido se rompiera totalmente, ¿Puedes creerlo?

A un verso de ti...Where stories live. Discover now