Blood for Them

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"No hallo fuera de mí en que me afirme 

nada de humano y me resulto hueco; si esta cárcel por otra al fin no trueco en mi vacío acabaré de hundirme."

Miguel de Unamuno, En horas de insomnio

No pude dormir en toda la noche. Ellas estaban ahí, diciéndome lo que tenía que hacer, necesitaban alimentarse, ellas eran una especie de "mascota". Estuve toda la noche con el dolor en la mano, saboreando el dolor punzante que me dejaba cada vez que se me erizaba la piel. El carmesí brotaba con fiereza, como si no entrara en mi cuerpo y quisiera desprenderse de él para alimentarlas. Saboreaba el sabor dulce metálico, ellas me lo agradecían, era su único alimento. No tenían un cuerpo propio, debían estar en mi cabeza, acompañándome siempre, las únicas que lo hacían desde que... ocurrió aquello.

Ahora me encontraba en el baño, mirándome en el espejo vestida solamente con la ropa interior, acababa de salir de bañarme. Tenía el cabello un poco húmedo, las heridas internas ya se habían cerrado, al menos por el momento. La ama de llaves me llamó con su peculiar voz chillona para que termine de prepararme, pronto debería irme a mi primer día en la Instituto en esta ciudad, nos habíamos mudado hacía sólo dos semanas por el trabajo de mi padre, habíamos regresado en realidad, ya que aquí es donde había estado en mi infancia. A los siete años viajé a Italia, viví allí hasta hace quince días. No me afectó mucho el cambio. No tenía amigos allí, ni tampoco los tendría aquí. Mis únicas compañeras en el mundo eran mis voces, y siempre estaban conmigo, fuera a donde fuera, si es que las alimentaba.

Me vestí lo más rápido que pude, la falda roja me llegaba por arriba de las rodillas, me miré con horror. Odiaba usar ese tipo de prendas tan cortas y mostrar mis blancas piernas y escuálidas, prefería usar jeans, ya que con ellos, por más que el viento se enfurezca, jamás se levantaría y mostraría mis cicatrices profundas en las partes más altas de ellas. Los zapatos negros estaban a la medida y encajaban perfectamente en mis pies, al igual que la blusa en mi cuerpo, era suave y la tela me rozó la piel astillada en dolor.

– ¿Podrías apurarte más? Si llega tu padre del trabajo y ve que no te fuiste, me lo echará en cara a mí. –La voz irritable de Gwen era mucho más odiosa por la mañana. Se habían casado con mi padre hacía sólo medio año, y ella ya había gastado más de la mitad del dinero que yo utilicé en toda mi vida.

–Ya casi termino –contesté, con los ojos en blanco, aunque ella no pudiera verme.

Me até rápidamente el pelo con una coleta muy mal armada, mientras me trataba de colocar el buzo negro –de casi tres talles más grande que yo– con el logo de la preparatoria. Antes de salir del baño, me di una rápida mirada al espejo en busca de rastros de sangre. Cerca de mi labio inferior, una gota seca de sangre se encontraba reposando, pasé la lengua por ahí, disfrutando el sabor lentamente.

Ahora te gusta.

Era una de mis voces, tratando de hacerse escuchar por sobre las demás mientras saboreaban conmigo. Le guiñé el ojo en el espejo, y me fui del baño.

Mi odiosa madrastra me estaba esperando en la puerta hablando por su iPhone, vestida con una súper minifalda rosa, que dejaba todo a la vista, y una musculosa a juego. Su cabello rubio, y sus extensiones, estaban recogidas con un moño blanco, dejando al descubierto su rostro angelical –aunque es una bruja–, totalmente maquillado.

Al verme bajar las escaleras, me observó de pies a cabeza y puso una seria cara de terror.

– ¿Pero qué traes puesto? –dijo señalándome con uno de sus esqueléticos dedos.

Schizophrenic Obsession © (Trilogía Obsession #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora