—Por cierto, ¿cómo es que estás por acá? ¿No deberías estar en los brazos de Nicolle? —pregunto para cambiar el rumbo de la conversación.

—Quiero estar envuelto en otros brazos, como los tuyos.

Sus palabras dan a entender que está interesado en mí, pero sus actos reflejan otra cosa. Con facilidad tiene sexo con cualquier mujer, no quiero ser una más. Definitivamente no debo ceder a sus palabras melosas.

—¿A qué horas pasas por mí? Es un aniversario matrimonial. El vestuario es casual porque es en una hacienda.

—¿A las dos está bien?

—Perfecto —aseguro.

Cuando llegamos al lugar lo primero que hacemos es ir a saludar a los esposos.

—Me da mucho gusto que hayas venido Millena —dice Daniela. Le saludo de beso a ella y a su esposo.

—Gracias por la invitación. Les presento a Nelson.

—Mucho gusto —dicen ambos.

—Me alegro de verlos muy contentos y deseo que sigan teniendo muchos años de felicidad —digo lo evidente.

—Muchas gracias, pero no te voy a mentir con decir que todo ha sido bueno, también ha habido problemas, pero si hago un recuento del tiempo hemos sido muy felices.

—Espero que seamos así de felices cuando llevemos algunos años de matrimonio ¿verdad amor? —expresa Nelson. Me tenso al sentir sus manos en mi cintura y el roce de sus labios en mi mejilla.

Los ojos de Daniela se agrandan al escuchar las palabras de Nelson.

—Te lo tenías bien guardado Millena ¿Cuánto tiempo llevan juntos?

Voy a desmentir lo que ha dicho Nelson, pero me veo interrumpida.

—Poco tiempo. Tienen un hermoso lugar. Si nos disculpan me gustaría ir a pasear en compañía de mi novia.

—Por supuesto —dice Julián el esposo de Daniela.

Nelson no me da tiempo de hablar y me toma de la mano arrastrándome hacia el otro lado.

—Eres un sinvergüenza, Nelson. Daniela se lo va a creer —reclamo cuando estamos lejos de ellos.

—Sería fantástico que lo haga. Por cierto, te queda hermoso ese vestido, el color celeste con esas flores de estampado al final te realza. Buena elección.

—Gracias por el cumplido, pero sigo enojada por lo que dijiste delante de ella.

Toma mi mentón de forma desprevenida para acercarme a su rostro.

—¿Cuándo vas a entender que mis palabras son sinceras? —pregunta.

Me pierdo en su mirada por un buen rato sin siquiera decir algo.

—Vamos —dice tomando mi mano.

Nos sentamos en una banqueta junto al jardín. Arranca una rosa roja y me la da.

—Es hermosa —digo acercándola a mi nariz. Me sonrojo cuando noto la forma en que me mira. ¿Por qué hace eso?

—Es muy bonito el lugar —argumenta mirando alrededor —. A veces me dan ganas de comprar un lugar así. Pero con mi vida ajetreada creo que no podría disfrutarlo.

—Quizá cuando decidas formar una familia puedas disfrutar de ello.

—¿Te gustaría vivir en un ambiente así o preferirías la ciudad? —pregunta de repente. Al escuchar esa pregunta no puedo evitar imaginarme una vida a su lado.

—Un lugar así sería perfecto, pero que quede cerca de la ciudad para ir cuando sea necesario. —Asiente con la cabeza ante mi respuesta.

—Aunque parezca lo contrario me gusta la vida tranquila. Parece que es la edad —sonríe —, pero a veces me dan ganas de casarme y tener hijos.

Lo miro sorprendida al escucharlo.

—Para ser sincera no puedo imaginarte casado.

—Mi padre siempre dice que los Fontaine tienen esa característica, aunque disfrutan del placer de la vida y las mujeres, llega un momento en que se detienen y se quedan con una sola mujer.

—¿Esa historia se la cuentas a todas las mujeres para que crean que ella es la indicada? —pregunto y suelta una carcajada.

—¿Tan malo me consideras? Además, no necesito engañar a una mujer para tenerla a mi lado.

—Solo preguntaba, pero en el fondo sé que eres un buen hombre.

—Para casarme escogería a una mujer como tú. Eres responsable, amas tu trabajo, eres apasionada en lo que haces, hermosa, de seguro eres una excelente amante y serías la madre perfecta.

No puedo evitar sonrojarme ante su buena opinión que tiene sobre mí.

—Tú también serás un buen padre, de eso estoy segura.

—¿Cuál es tu arquetipo perfecto de hombre?

—Si no soy perfecta tampoco espero un hombre perfecto, pero tengo que reconocer que soy exigente.

—¿Por ejemplo? —pregunta interesado.

—Que no me corte las alas cuando sea suya, que sea fiel, aunque le resulte difícil —pienso en él cuando digo eso —. Si no me ama que por lo menos me respete. También debe ser un buen padre.

—No suena tan complicado.

—Lo complicado es encontrarlo.

—Tal vez lo tengas de frente, y no quieras admitirlo.

—Tal vez.

—¿Bailamos? —Se levanta ofreciéndome su mano. Al fondo escucho la música.

—¿En este lugar? —le pregunto.

—Solo tú y yo.

Acepto. Nuestro baile es el único testigo de la felicidad que me invade al estar entre sus brazos y lo bien que me hace sentir su cariño.

Al final no reunimos con el resto de invitados y también con Laura en compañía de la feliz pareja.

Inesperado IWhere stories live. Discover now