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EDITADO 9 SEPT. 2021

ÁLVARO

Irene tenía el don de aparecer en los momentos menos adecuados. David me miró nervioso, pero yo solté una risa para poder calmar la situación. Los ojos oscuros de Irene se desviaron hacia a mí.

— ¿Qué pasa?— me preguntó ella, sin entender nada.  David se encontraba en el mismo estado que ella, confuso y perdido.

— Nada, que a David le da miedo no encajar.— me encogí de hombros—. Pero bueno, ¿nos bañamos ya o qué? Hace más calor que dentro de un horno.

Irene pareció conformase con la respuesta, y asintió. De repente, apareció Dani con unas llaves colgando en su dedo índice.

— ¡Conseguí las llaves para guardar las cosas en la taquilla!— sonrió.

Mientras nos guardábamos nuestras cosas en las taquillas, percibí cómo Jesús miraba a Irene. Podría decirse que se la comía con la mirada. Me molestó. Nunca me gustó el tonteo que tuvieron porque pensaba que si fuesen una pareja, sería una muy tóxica. Era fácil pensar que cada uno debía vivir su vida, pero lo cierto era que yo quería lo mejor para Irene.

Y lo mejor no éramos ni Jesús. Ni yo. 

— Bueno, qué, ¿vamos en busca y captura de las mejores atracciones acuáticas del mundo?— Irene me dio un codazo que me despertó de mis pensamientos. Su sonrisa radiaba con fuerza, tanto que me la contagió. 

— Eso de mejores habrá que verlo, pero vamos a ello.— me animé.

Todos comenzamos a andar y andar hasta entrar en el territorio que nos interesaba. Cuando estuvimos en frente de la entrada, Yasmina cogió un folleto en el que aparecía el mapa con los iconos y el significado de lo que significaba cada uno. Dicho mapa representaba todo el parque acuático. Era sorprendente, aunque obviamente no sería el mejor del mundo. 

— ¿Y si vamos allí?— señaló Yasmina, sonriente. A su lado, David le pasaba un brazo por sus hombros. Eché una mirada a Dani y vi que este los observaba con detenimiento.

Desvié la mirada hacia donde ella señalaba y vi que se trataba de la atracción más alucinante de todo el parque. Las vías por las que pasaban los vagones sobresalían y —y con mucha diferencia— del resto de atracciones. Se trataba de un circuito que era muy largo y alto, formado por vagones "aéreos". Sinceramente, no encontraba el nombre adecuado pero, básicamente, la persona iba colgando. El asiento se acoplaba solo a la parte superior del cuerpo, mientras los pies se quedaban sueltos. 

— Ni en broma— soltó Irene a su lado.

— Comparto opinión con ella.— era de locos esa atracción.

— Oh, venga. Quien tenga miedo al éxito, que no nazca.— dijo ella, dando saltitos en su sitio. 

— Yasmina, si me monto ahí, salen hasta mis órganos disparados.— por primera vez, me hizo gracia el comentario de Jesús.

— ¿Para qué has venido a un parque acuático?— le preguntó Irene—. Para montarte en sitios donde te mojes.

— ¡Pero si en esa te mojas!— exclamó, señalándola de nuevo—. En la parte baja, justo cuando vas por ahí los chorros que se encuentran por todo el lago de debajo comienza a disparar agua. Además, si se suelta tu cinturón y te caes, pues mira, chapuzón. ¡No hay peligro!

Todos nos miramos, cómplices de un mismo pensamiento: Yasmina estaba loca. 

— Cariño, nos subiremos pero al final.— le dijo David. Obviamente, era solo para callarla. Pareció convencida y durante las próximas horas, no se molestó en volver a señalar la dichosa atracción.


IRENE

Por la tarde, después de comer, los baños sentaban incluso mejor. Como todas las atracciones las habíamos probado —a excepción de DangerSky, la que quería en un principio Yasmina—comenzamos a separarnos ya que teníamos opiniones diferentes sobre cuáles repetir. Yasmina y Dani quisieron volver a los toboganes estos que son súper largos —yo pasaba porque ya me había roto el culo y no me apetecía repetir—. Sin embargo, David y Álvaro optaban por irse a la piscina de olas. Sí, algo tan sencillo como eso. 

En mi cabeza, no paraba de pensar que David y Yasmina no se habían dado cariño durante todo el día. Me resultó bastante raro, ya que si eran novios, ¿por qué no se comportaban como si lo fuesen? No sé, quizás la rara era yo, pero ni un mísero beso. De nuevo, me fijé en el rayo que tenía como tatuaje David, y me despertó otra vez esa curiosidad por saber qué significaba realmente para él. Yo lo tenía también, y comenzaba a percibir cierta familiaridad en él. ¿Lo conocía?

— ¿Qué vas a hacer?— la voz de Jesús me hizo reaccionar. Le miré, y observé a nuestro alrededor; no estaban los demás. 

Genial, nos habíamos quedado solos.

— Supongo que subirme a una atracción.— dije con obviedad. Me puse en pie y comencé a andar. Me sentí ridícula, ¿a dónde iba yo? Lo que pasó a continuación me dejó sorprendida. 

— Irene espera.— me detuve, pero no me giré. Me mordí la lengua porque no tenía ganas de discutir. Las palabras que me soltó en el avión sobre mi abuelo no me dolían, pero me quemaban. Y te puedo asegurar que eso era peor.

No me cogió del brazo, ni de la muñeca ni de la mano. No me tocó, sino que me rodeó y se detuvo frente a mí. Sabía qué significaba eso: espacio, respetaba el espacio que le dije que quería entre nosotros.

— Sé que me pasé de la raya, solté todo sin ser consciente del daño que causaba.— comenzó a decir, yo me removí incómoda, no me apetecía volver a recordar cada frase que escupió aquel día. Pareció que me leyó la mente, porque no quiso mencionar nada—: no quiero volver a tocar ese tema, el pasado es como un ancla de muchas toneladas. Siempre estará ahí, me pesará. No me perdonaré lo que te dije, ni tampoco todo el daño que te hice, pero me importas, y no puedo dejarte ir. 

— Jesús...—dije y tragué saliva. Sentí la necesidad de coger una garrafa de agua y bebérmela entera. Mi garganta estaba seca, y me costaba hasta carraspear.

— Solo quiero que hoy lo pasemos bien.— concluyó—. Déjame ir contigo a donde quieras subirte, es absurdo que vayas sola. El resto se ha ido, y hoy hemos venido para pasarlo bien. No haría nunca nada que te hiciera daño.

Pero me hizo daño. 

No quise rebatirle, por lo que me limité a suspirar y asentir. Me percaté de que dio un paso para darme un abrazo, pero él mismo se dio cuenta de que no me apetecía en ese momento mantener contacto físico con él. Y lo respetó.

— ¿Dónde quieres montarte?— me preguntó. 

— Vayamos a los donuts, no me apetece jugarme la vida como Yasmina.— curvé un poco la comisura de los labios, mostrando una pequeña sonrisa. 

— No te pasará nada.— me dijo antes de echar andar.

Dijo algo más pero no alcancé a oírlo, y por temor a la respuesta, no pregunté.




Y me terminaste gustando #1Where stories live. Discover now