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EDITADO EL 16.07.21

IRENE

El timbre anunciando el inicio del descanso, me salvó de una pregunta que el profesor de matemáticas me había formulado. Gracias. Es todo lo que conseguí repetir en mi cabeza ante ese milagro.

Todos salieron casi huyendo de clase, o mejor dicho, del profesor. Me dispuse a archivar tranquilamente cada una de las hojas cuadriculadas repletas de problemas de geometría. Tras acabar, me despedí del profesor con un "hasta el lunes" y salí por la puerta mientras buscaba mi almuerzo.

—¡Joder, joder y joder!— maldije. Se me había olvidado prepararme el almuerzo con las prisas. Intenté calmarme mientras me autoconvencía de que no tenía hambre, además, quería adelgazar unos cuantos kilos más. En realidad, estaba genial de cuerpo, y encima lo tenía muy tonificado, pero debido a las constantes humillaciones a las que me sometía cada día, me obligaba a mí misma a comer menos. Y esto, es un ejemplo de lo que NO debes hacer nunca. 

Una vez abajo en el patio, me dí cuenta de que llevaba monedas sueltas y las extraje para contarlas y ver si me daba para comprarme algo en la cafetería. De repente, mientras caminaba choqué -por segunda vez en la mañana- con alguien, provocando que una moneda se cayese al suelo. Me agaché para cogerla pero mi obstáculo con piernas puso su pie sobre esta.

—¿Las gafas son para el postureo o no ves de verdad?— le pregunté mientras me crucé de brazos. Su sonrisa se borró al instante y se transformó en una mueca de desprecio.

— Te recuerdo que la que no estaba mirando eras tú.— me señaló con el dedo índice de la mano derecha, mientras que con la otra jugueteaba con uno de sus mechones rubios sueltos.

— Pero si tan bien ves, podrías haberme esquivado.— le solté. Esta chica me consumía mentalmente, no la soportaba. Aproveché que se había movido para agacharme y recoger la moneda del suelo.

— Mira bonita, ¿recuerdas lo que te dije el primer día?— se acercó mientras miraba a ambos lados, comprobando supongo de que nadie la viera. Me puse tensa al recordarlo y sonrió ante mi reacción—. Veo que sí.

— No me das miedo.— escupí cada palabra llena de valentía.

— Seguro que no.— comenzó a reír irónica mientras sacaba su iPhone. Miró de nuevo para todos lados, y me mostró un vídeo que protagonizaba yo. No pude mirarlo más de dos segundos; retiré la mirada entre avergonzada y dolida—. No me humilles más, porque te hundo yo a ti.— me amenazó antes de soltar una risita e irse.

Comencé a andar sin un rumbo fijo, apresuradamente, hasta que me di cuenta de que estaba en frente de los baños. Entré a uno de ellos y me derrumbé. Al cabo de cinco minutos, sentí que no me quedaba más líquido en el cuerpo. Me llevé las manos a las mejillas y comprobé que estaba ardiendo, significaba eso que mi cara tenía que estar roja no, lo siguiente. Si no conseguía calmarme, iba a tener que pasar las siguientes dos últimas horas dentro de ese pequeño baño.

Sonó el timbre de las doce, dando por finalizado el descanso. Ahora me tocaba Inglés y después Francés, ambas asignaturas se me daban genial porque siempre me habían gustado los idiomas. Mi abuelo me enseñó un poco de portugués, francés e inglés. Opté por seguir en el baño encerrada, al menos hasta que notase que el malestar se me pasaba y los colores se me bajaban.

Apoyé la espalda en la pared, una vez que me deshice la mochila, y cerré los ojos. Inspiré, espiré. Conté hasta diez tranquilamente, y cuando pensé que había logrado la calma absoluta, me ví rodeada de agua, agua y más agua. Otra vez, no. Abrí los ojos e intenté convencerme de que no era real, de que era producto de mi imaginación, pero mi cabeza no me dejaba. De repente, unos golpes en la puerta hicieron que mi atención se desviara hacia ellos. No quise abrirla, pero sentía que me iba ahogar en ese pequeño baño. Cuando volvieron a sonar los golpes, seguidos de mi nombre, abrí la puerta a la vez que cerré fuerte los ojos y me lancé a abrazar a quienquiera que fuese.

Y me terminaste gustando #1Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα