13

6.8K 338 8
                                    

EDITADO 18.07.21

DANI

¿Dani?— Irene apareció con una mano en la frente mascullando cosas por lo bajo.

— Sabía que vendrías.— me sonrió de una forma algo triste y supe que se sentía mal por no haberse acordado. Pero a mi no me importaba, porque eso no era nada comparado con dos años intensos jodiéndole. Me merecía que ni se hubiera presentado.

Y ocurrió lo que me temía. Algo en mi interior, no supe adivinar si fue mi corazón o mi cabeza, me dijo que no lo hiciera. Y así fue como la conversación que tenía ganas de tener con ella, nunca la tuve. En una milésima de segundo, ideé un tema totalmente distinto y de eso nos pasamos dos horas hablando.

A eso de las cuatro y media de la madrugada me desperté. No podía dormir. Salí de mi habitación y al pasar junto a la de Jesús, me asomé al interior ya que se había dejado la puerta abierta.

Mi hermano estaba durmiendo plácidamente con una postura bastante rara. El cuello lo tenía colocado de forma que daba la impresión de que iba a hacer el pino. Me reí silenciosamente.

Bajé las escaleras y antes de ir al salón, fui a la cocina a por algo de beber. Cuando terminé, me dirigí al sofá. Antes de acostarme, me quedé sentado y con la cabeza mirando al suelo, pensativo. Recordando cada detalle de la conversación había tenido en la plaza con Irene, y también recordando la conversación que nunca tendría con ella. Me lo juré, y no me iba a fallar, porque fallarse a uno mismo era lo peor que se podía hacer.

Me tumbé poco a poco en el sofá, y entre pensamiento y pensamiento, caí en un profundo sueño.

— Dan, despierta.— me dijo una voz dulce desde el otro lado del sueño—.Despierta, coño.— esa impaciencia no podía ser de otra persona que no fuera Irene.

Abrí los ojos con dificultad y lo primero que vi fue una sonrisa que me gustaría besar. Perfecta, blanca y brillante. ¿Quién me iba a decir a mí que me iba a acabar pillando por la chica a la que odiaba?
Dani no, no estás hablando en serio.

— Buenos días, Dani.— dijo dándome un beso en la mejilla.— ¿Qué haces en MI sofá? — si boca dibujó una sonrisa divertida. Me gustaba haber arreglado las cosas con ella.

— Déjame, quiero dormir.— dije llevándome las manos a la cara. Y era verdad, tenía mucho sueño.

— Yo te dejaría pero, me temo que es mi sofá, y me apetece tumbarme un rato a mí.—me señaló la puerta del salón, invitándome a que me marche pero su intento de autoridad hizo que me descojonase en su cara—.Además, según tú, tengo el SIDA. Así que deduzco que no sería de tu agrado pillarlo.

— Oh, Dios, es verdad.— dije y río al recordar esos momentos, no muy lejanos, en los que me metía con ella—. Lo siento Irene, ya te lo conté todo anoche.— porque me disculpé una y mil veces de mis comportamientos, solo que con razones un poco-bastante diferentes.

— Tranquilo.— me dijo—. Era para ver si levantabas el culo de mi sofá, pero veo que no funciona. Tendré que irme al otro.

— Sí, vete a casa de Yasmina que aún estás a tiempo de irte a dormir.— le recordé. Anoche se iba a quedar en casa de su amiga a dormir, pero hubo un cambio de planes. Me sacó la lengua y su dedo corazón.

— Anda ven.—le tiré del brazo cuando se giró para irse al otro sofá de en frente—. No te vayas, que te hago un hueco.

— Sí, ¿no? — dijo sonriendo divertida—. No cabemos los dos ni de coña.

Y me terminaste gustando #1Where stories live. Discover now