Capítulo XIV

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Estaban a punto de dar las cuatro de la tarde. En el exterior hacía un día bastante soleado, pero las cortinas dejaban que se filtraran pocos rayos de luz. Christian y Daisy habían pasado horas juntos desnudos en la cama. Descansaban para tomar aire y volvían a la carga una y otra vez, hasta que en uno de esos descansos cayeron rendidos por el cansancio y el sueño pudo con ellos.

La primera vez que se acostaron fue a los quince años. Siempre habían sido amigos y surgió de una manera natural, como si formara parte de un juego. Poco a poco fueron madurando sexualmente juntos, ambos conocían a la perfección lo que le gustaba a su pareja dentro de la cama, pero fuera de ella eran absolutos desconocidos.

Daisy sí había intentado conocer un poco mejor a Christian, pero él no compartía fácilmente sus sentimientos, y no era porque la pelirroja no le importara, es que simplemente prefería no abrir heridas que ya daba por cerradas y cicatrizadas. Así que siempre que la conversación tomaba un rumbo que a él le incomodaba, excitaba a su novia para zanjar el tema entre gemidos.

Daisy fue la primera en despertarse de la siesta. Ambos estaban bocabajo, tapados con una sábana blanca hasta el final de su espalda. Ahora que estaba rendido, era su oportunidad de sacarle respuestas, así que -sin reincorporarse- empezó a hacerle suaves cosquillas en la espalda al chico, deteniéndose en sus pecas, llegó al brazo izquierdo y finalmente se detuvo en su nuca, donde se encontraba la marca.

Empezó a perfilar con su dedo índice la estrella, una y otra vez hasta que Christian empezó a abrir los ojos. Las caricias le estaban relajando tanto que por poco volvió a conciliar el sueño, pero Daisy no se lo permitió.

- ¿Sabes? Nunca me has contado qué significado tiene este tatuaje - le susurró cerca de su oído mientras continuaba perfilando la marca.

- Eso es porque ni yo mismo lo sé- contestó con una voz ronca el chico.

Rabiosa, Daisy se dio la vuelta y se sentó apoyándose en el cabecero, dejando sus firmes pechos al aire.

- ¡No hay manera! No hay forma de que me dejes conocerte.

- Tal vez es porque lo que encontrarías... no te iba a gustar.

- Vale, si no me quieres dejar saber más de ti estás en tu derecho. Pero por lo menos me dirás quién coño es la niñata esa que tienes en sudadera y bragas abajo. ¿O tampoco se me permite conocer eso?

- No me la he follado, así que... ¿qué más te da? – Christian, que continuaba tumbado boca abajo, giró la cara hacía el otro lado, apartándosela a Daysi.

- No puedo más con este pasotismo. Llevamos años juntos y no te importo una mierda. ¡Me marcho! – gritó al mismo tiempo que se levantaba para empezarse a vestir.

- Venga, no te enfades... que lo estábamos pasando muy bien. - Christian se dio la vuelta y se sentó en la cama apoyado en el cabecero. Para intentar disuadir a su novia, empezó a dar palmadas sobre la cama para que volviera a tumbarse junto a él.

Daisy no hizo caso, estaba muy ocupada dando vueltas por la habitación mientras recogía su ropa, el apasionado desenfreno la había ido lanzando a diferentes esquinas del cuarto.

- No me enfado, pero ya hemos hecho lo que teníamos que hacer. Así que yo aquí sobro. ¡Hasta el próximo polvo! – le lanzó un beso al mismo tiempo que le giñaba un ojo.

La chica recogió su camiseta de la moqueta y se dispuso a salir de la habitación al mismo tiempo que él buscaba entre las sabanas sus boxers. Se levantó y se los puso, pero para entonces Daisy ya estaba bajando las escaleras.

Emily Foster y los cinco vérticesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora