Capítulo X

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No debía dejar ningún rastro. Salió de la casa sobre las cuatro de la mañana. Cooper estaba durmiendo fuera, ya era primavera y empezaba a hacer buena temperatura. Al verla, dio un par de ladridos fuertes. La chica se acercó rápidamente y, para hacerle callar, le acarició el hocico. No tenía mucho tiempo y era consciente de que cuanto más permaneciera junto a él más le costaría marcharse. Le rascó detrás de la oreja, tal y como a él le gustaba. El viejo labrador notó la tristeza de la chica, así que gimoteó y apoyó la cabeza sobre las rodillas de la muchacha mientras dirigía la vista hacia arriba. Ella no daba crédito, ¿cómo podía saber que eso era una despedida?

- No me mires así- la voz le salió rota.

Cooper se puso erguido y apoyó la pata sobre ella. Solo le hubiera faltado vocalizar para hablar, claramente le estaba implorando que se quedara.

- Lo siento mucho, amigo. Pero no puedo quedarme aquí y permitir que los demás sigan dirigiendo mi vida.

Le dio un beso en la frente y se levantó encaminándose hacia el bosque. Sintió una presión en el pecho, abandonarle le estaba matando por dentro. El perro la siguió moviendo el rabo lentamente. Al escuchar sus pisadas, la chica se dio la vuelta.

- No, chico. Tienes que quedarte- le ordenó a diez pasos de distancia.

Cooper hizo caso omiso y avanzó dando pequeños saltos.

- Quieto, Cooper-. Esta vez, sonó más autoritaria-. Tienes que quedarte aquí, no puedes venir conmigo.

Sin volver a mirar atrás, se adentró en el bosque. El perro se sentó a observar cómo su dueña se iba y le dejaba atrás. Permaneció horas observando el camino por donde se había fugado, esperando a que regresara, pero no lo hizo.

Emily ya estaba ocupada siguiendo las coordenadas que Jake le había especificado a través del walkie-talkie esa misma mañana. Llegó al lugar indicado: un árbol hueco cerca de un claro. Una vez allí, comenzó a seguir el plan establecido. Cerca, en unos matojos, y tal como estaba establecido, había oculta una mochila. En su interior encontró una sudadera negra y unos vaqueros de un color y tono parecido. La chica, que llevaba el pijama puesto, se desnudó y se puso la ropa de la bolsa.

Una vez que estaba otra vez vestida, extrajo de la mochila un cuchillo para acto seguido hacerse un corte en la palma de la mano. Soltó un pequeño gemido al mismo tiempo que comprimía su cara de dolor. Cerró el puño y, apretando los dedos sobre la herida, dejó que la sangre que brotaba tiñera el blanco pijama de algodón. Del bolsillo pequeño de la mochila sacó una venda, que utilizó para envolver el corte que se había ejecutado ella misma.

Tal y como le había prometido su amigo, en unos matojos cercanos, encontró una bicicleta. Se subió y puso rumbo a su siguiente destino. Al coger el manillar le escoció la herida de su palma izquierda, así que lo agarró más suavemente.

Pedaleó durante aproximadamente un cuarto de hora hasta el parking de un supermercado. A esas horas estaba todo vacío, a excepción de un vehículo verde oscuro aparcado en una de las plazas. A su llegada, el coche le dirigió unas ráfagas con las luces a modo de bienvenida. La estaban esperando.

Mientras se acercaba, Jake salió del coche y corrió a su encuentro. Cuando estuvieron bastante cerca, la chica bajó de la bicicleta, la soltó y dedicó un fuerte abrazo de agradecimiento a su amigo. Emily notó la preocupación de Jake, su respiración nerviosa y las aceleradas pulsaciones de su muñeca sobre su cuello le delataban.

- ¿Cómo has conseguido un coche? – Emily entrecerró los ojos para ver quién estaba al volante-. ¿El profesor Thompson? ¿Cómo has podido traicionarme de esta manera?

Emily Foster y los cinco vérticesTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang