Capítulo 33. "Te odio".

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– ¡Di algo! –dijo Harry, después de un minuto de completo silencio.

¿Pero qué exactamente estaba él queriendo que diga?

Celosa, ÉL QUERÍA PONERME JODIDAMENTE CELOSA.

– Oh, Harry –dije, fingiendo lástima–, lo siento tanto. Olvidé decirte que hoy el juego de poner celosa a Aria está fuera de servicio. PUEDES BUSCAR UN BOSQUE Y PERDERTE, IMBÉCIL. ¡QUERÍAS PONERME CELOSA! –grité, furiosa– ¡NO PUEDES HACER ESO CON LAS PERSONAS SOLO POR DIVERSIÓN, HARRY! ¡ESTÁ MAL!

– ¡No estaba intentando divertirme con esto! –contestó, mirándome con ojos brillantes y muy abiertos.

– ¡Pues explícate un poquito mejor!

– ¡Yo solo...! –suspiró/gruñó– ¡¿De verdad que no tienes ni idea?!

– ¡NO!

– ¡Yo solo...! –ahora suspiró cansinamente, tapando su rostro con ambas manos– No es nada, Aria. Siento haberte molestado.

Y se fue a su habitación, cerrando su puerta apenas entró. Yo alcé una ceja, bufé, y me fui a mi habitación también.

Me deshice de mis zapatos, me lancé a mi cama, y me cubrí hasta la cabeza con las mantas. Pero me entró un ataque furioso/loco cuando reconocí el olor de Harry en las almohadas. Gruñí y golpeé la almohada un par de muchas veces, después procedí a golpear al colchón con la almohada, y después lancé la almohada al otro lado de la habitación.

¡Él no puede confundirme y después encerrarse en su habitación!

¡Juro que no entiendo por qué me enamoré de este chico!

... excepto que no... no estoy enamorada de él.

Creo.

TOTALMENTE NO, NO DESPUÉS DE ESTO.


Okey, obviamente no voy a dormir esta noche. Y a pesar de que soy fan incondicional de solo tirarme en la cama y no hacer absolutamente nada, no es algo con lo que podía lidiar esta noche. Así que me levanté enojada, arrojando las sábanas. Tomé mi bolso y salí de la habitación. Todo estaba oscuro, pero se podían distinguir los muebles en la sala. Escuchaba el sonido de la televisión encendida en lo de Harry. Perfecto, así no se percataría de que estoy escapando. No, quiero decir, saliendo a dar una vuelta.

Así que estaba caminando hacia la puerta, pero mi pierna golpeó la punta de una mesa de madera. La mesa comenzó a tambalearse, lo que produjo un sonido algo fuerte. Yo estaba mordiendo mis labios para que no salga ningún tipo de grito, ¡mi pierna sí que dolía!
Inevitablemente, solté un gemido de dolor.
Escuché pasos desde la habitación de Harry, y todo pasó como en cámara lenta. A penas tuve tiempo de lanzarme detrás del sofá, cuándo la puerta de la habitación de abrió de par en par. Me hice un capullo, y coloqué una mano en mi pierna, tratando de alivianar el dolor.
-¿Aria?- susurró Harry. Acerqué mi cabeza por al lado del mueble, y logré ver como Harry inspeccionaba con sus ojos todo el lugar, sin moverse del marco de la puerta. Justo cuando su cabeza iba hacia mi dirección, me escondí de nuevo.
Escuché la puerta cerrarse, esperé unos segundos, solo para asegurarme, y luego de no escuchar nada, me levanté. Mi pierna dolía, pero no tanto como antes. Cojeando me dirigí a la salida.
La recepción estaba hasta el tope de personas, y todo el mundo estaba distraído. La verdad, me esperaba una recepción totalmente desierta, con escasos empleados que voltearían a verme extrañados de que salga a estas horas, las dos de la mañana.
Sin problemas comencé a caminar por las calles de la Roma nocturna, las cuales estaban totalmente repletas, de hecho, juraría que en el día había menos personas que ahora.
Tenía suerte de que el hotel quedara en el centro de la ciudad. Había pizzerías por montón. Estaba realmente fascinada con esta Roma, mi gigante sonrisa lo demostraba. Pase por al lado de un chico que tocaba una guitarra espectacularmente bien, me sonrió amable, y le devolví la sonrisa. Seguí caminando, y me topé con una gran fila de personas, que esperaban para entrar a la función de teatro de "El Mercader de Venecia".

Enamorada de la competencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora