Capítulo 32. "Imánes".

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– Sí... ¡No! Expresso no, café cortado. No sé cómo le dicen aquí, señor ¿Caffecini cortadini?... Lo siento. ¡No!, no intento burlarme, señor... A ver, es un café al que le pones un poco de leche. Pero no demasiada. Sí, eso mismo... vale, gracias.

Me hubiera gustado darme la vuelta y seguir durmiendo, pero no podía ignorar el hecho de que Harry estaba pidiendo café. Un café cortado. La verdad es que él no es un gran fan del café, pero cuando bebe, lo prefiere solo.

Así que parpadeé un poco para acostumbrarme a la luz de la habitación. Me estiré perezosamente, y me di cuenta entonces de que mis brazos habían estado enrollados en torno a algo. Algo muy cálido y duro para ser una almohada. Abrí mis ojos de golpe.

– Buenos días –saludó Harry, sonriendo. Él estaba cómodamente sentado, apoyado en el respaldo de la cama, y yo estaba acostada y utilizándolo de almohada. Así que cuando desperté y vi hacia arriba, Harry fue lo primero que encontraron mis ojos.

– Hey, ¿pensé que no te gustaba demasiado el café? –fue lo primero que dije, frunciendo ligeramente el ceño. Él soltó una pequeña risa floja.

– No es para mí, es para ti. Iba a despertarte ahora. –pero entonces su expresión se tornó seria y preocupada– ¿Estás bien?

– Sí, ¿por qué no habría de...?

Pesadillas. Razón por la que Harry está aquí.

– Oh –dije, cuando recordé–, sí, fue solo una pesadilla extraña, y fuerte –negué con la cabeza, sentándome y apoyándome en el respaldo de la cama, justo como estaba Harry– La verdad es que hace años que no tenía una pesadilla así.

– ¿Solías tener pesadillas frecuentemente? –me preguntó, interesado.

– No, me refería a que las pesadillas que tengo suelen ser cosas estúpidas. Hace mucho que no tenía una pesadilla que se pudiera considerar realmente una pesadilla. –me reí, pero después volteé y lo pillé con sus ojos fijos en mí; tenía una pequeña sonrisa adornando su rostro, y no parecía preocupado de que le haya pillado mirándome– Gracias, Harry. Por quedarte.

– Oh, no es un problema. Me alegro de que no fuera nada grave –negó con la cabeza– Me preocupé cuando te escuché gritar.

– ¿Estaba gritando? –puse mis ojos en blanco.

– No estabas chillando como una posesa, cálmate –me dijo, y respiré– Pero estabas... sí, un poco alterada. Estabas llorando.

– Woow –miré al frente, a la pared, intentando recordar qué fue tan terrible para hacerme gritar y llorar.

El nombre vino a mi cabeza casi de inmediato y me tensé.

Teo.

– Lo siento, no quería despertarte –de nuevo pillé a Harry mirándome, probablemente preocupado–, pero no creo que vuelva a tener una pesadilla así. No es común. No voy a estar despertándote todas las noches –me reí.

– Aria, me importa un rábano despertarme o no –frunció el ceño–. De igual manera detesto dormir solo, no fue un gran sacrificio –se ríe.

Eso me puso seria a mí.

– O sea, ¿que sueles dormir con alguien? –pregunté, sonando más seria y acusadora de lo que pretendía. Pero antes de que pudiera arreglarlo, Harry contestó.

– ¡No, no! No me gusta dormir solo, pero suelo lidiar con eso –se rió. Y aunque no debería, volví a estar tranquila.

Ahora, ¿por qué pepinos me tiene que importar a mí que él...?

Enamorada de la competencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora