Capítulo 5

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Su corazón latía desenfrenado y completamente vivo, a pesar de que pasó más de una hora que escapó de aquel lugar donde se encontraron por segunda vez, después de su desastroso primero en el elevador.

Louis sentía un impulso extraño de querer regresar ahí y buscar con ímpetu al rizado. Bajó la mirada y se encontró con el dibujo que había hecho de su rostro perfecto. Él tenía talento con todo lo que se relacionara con arte, pero para su mala suerte, sus padres le arrebataron la oportunidad de ingresar a una universidad de ese tipo. Una total pérdida de tiempo según ellos. Resignando optó por ingresar a arquitectura siendo lo más cercano que podía llegar a lo que realmente amaba.

Los fríos y seductores ojos verdes entraban y salían de sus pensamientos sin permiso alguno. Obsesión, intriga, o fascinación revuelta era todo lo que podía sentir con la estela que dejó el ojiverde con su presencia imponente sin llegar a ser intimidante.

Delineó con su dedo los trazos angulosos en la hoja y suspiró totalmente perdido en las duras facciones, todo ese aturdimiento era abrumador y muy nuevo. Un cosquilleo agradable se alojó en su pecho al pasar su dedo por los labios acolchados e imaginar cómo sería su sabor.

Suspiró por décima vez y se quedó perdido en sus pensamientos incontrolables, creando mil y un fantasías donde él podría tener una vida llena de predilección bilateral junto a un tipo de ojos verdes.

(...)

Harry sintió un brusco jalón en su blazer y sobresaltado dirigió su atención al hombre que estaba a su lado.

—¿Me estas escuchando? —Andrew preguntó con una mueca.

—Mmmm... —Harry entrecerró los ojos mirando un punto detrás de su padre e hizo contacto visual un segundo después totalmente aburrido—, no —regresó a su posición apoyado sobre el barandal de la terraza. La recepción estaba en su apogeo y no podría importarle menos.

—Estas comportándote de esa forma —Andrew cruzó los brazos y fulminó con su mirada verde el semblante sedado y distraído.

—Sí, bueno, mañana quizá ya no esté —no pudo ocultar su sonrisa por más que quiso y eso llamó la curiosidad de su acompañante.

—¿Sucede algo? —preguntó intrigado.

—Sucede que posiblemente tenías razón —estaba aún aturdido por la excentricidad de la esencia de aquel ojiazul que no le importó darle la razón a alguien. Algo que normalmente nunca haría.

—¿En qué de todas las cosas exactamente? —ocultó la sorpresa en su voz.

—No te pases —Harry alcanzó el pecho de Andrew con el índice—, si te portas bien, posiblemente te lo diga —se encogió de hombros con aire de suficiencia.

—¿Tú venganza es hacerme esperar y morir de intriga? —sonrió burlón.

—¿Por qué no? —copió su gesto y movió su atención a la ciudad que tenía a sus pies, la vista era generosa desde la punta de unos de los edificios más prominentes.

Estaba orgullo de todo lo que poseía y a donde había llegado. Ser hijo de un multimillonario para él no significaba tener en un chasquido lo que deseara. Andrew le enseñó el valor de todo y el esfuerzo que se necesita para sentir algo realmente suyo.

Observó las luces de la cuidad contrastando con el atrayente cielo nocturno. Su cabello se agitó con el viento desde esa altura y se estremeció de satisfacción en el instante que rememoró por décima vez el breve encuentro, con el que, al parecer, podría ser su omega.

No tardó mucho tiempo en encontrar lógica en su situación, lo único que sospechó fue que ese castaño con lindos ojos aguamarina, podría ser su único. Las sensaciones desconocidas eran una prueba de ello. La necesidad irracional de estar con él aún sin conocerlo era más intensa que su sentido común. Harry suspiró derrotado, tratar de encontrar otra opción le parecía absurdo, ya no importaba, eso era lo que deseaba. Se dejaría llevar porque su alfa haría lo correcto para los dos.

Inhaló la fría brisa de la noche sin estrellas y volvió a perderse en la vista destellante artificial sin importar el ahora.

(...)

—¿A qué se debe eso? —Robert frunció el ceño con recelo.

—No quiero quedarme aquí sin hacer nada, quizá pueda ayudar con algo en tu oficina —actuó desinteresado cubriendo su nerviosismo, sus manos trataban de moverse en anticipación y su cuerpo se sentía flotar con la idea de regresar al lugar donde antes creyó desagradable.

Robert entrecerró los ojos y escruto con escepticismo el rostro neutro de su hijo. Sospechoso, su aroma agitado hizo que creara conjeturas que ignoró después, porque no era posible. Louis quizá vio a alguien que le interesó, por como olía totalmente emocionado. Era poco probable ya que el castaño no solía mostrar interés en temas así. No le importaba, es más, le fascinaba la idea de que encontrara a alguien, pero no debía hacer falsas expectativas porque también era improbable.

—De acuerdo —abrió la puerta y se dirigió al garaje.

Louis suspiró aliviado y una tirante sonrisa se abrió paso en su rostro. Avanzó al automóvil de su padre y subió.

Robert hubiera preferido que se fuese en el maletero pero que podía hacer.

(...)

El interior de Louis se sentía incómodo y su alegre sonrisa cayó en una mueca compuesta de decepción y su aroma estaba hecho de tristeza, aunque lo intentara disimular. El alfa tuvo que abrir las ventanas del auto porque el olor de Louis lo estaba mareando.

No lo encontró por ninguna parte, y tampoco pudo verlo de lejos, su innegable y única esencia no apareció por ningún rincón en los lugares que estuvo vagando.

Eran aproximadamente cincuenta pisos, debía de tener en cuenta que no era como si pudiese ir a todos en un día exceptuando los últimos cinco donde estaba estrictamente prohibido el acceso al personal no seleccionado. Su padre trabajaba en el piso 49 entrando al último cuando su presencia era necesaria. Gracias a eso, también él podía llegar a ese penúltimo piso, uno menos a los cinco.

La cofradía insigne de los Styles, el cincuenta significaba eso. Se necesitaba de una invitación especial para pisar ese suelo tan sublime.

Louis sólo fue a algunos de los pisos inferiores evitando del veintiséis al treinta, los evitó porque los botones del elevador llegaban al veinticinco. Para los restantes, que con obviedad estaban apartados del resto, se debía ingresar alguna clase de contraseña en un pequeño tablero.

Suspiró porque no pudo ver los números insertados cuando la recepcionista le dio acceso para dejar las carpetas en el último piso. Estaba curioso por saber quiénes estaban en ese lugar custodiado por celosa seguridad.

Cuando fue el día anterior, parecía como si no existiera alguien ahí... O tal vez fue su prisa por escapar que no se dio cuenta de nada a su alrededor. Entre sus recuerdos encontró pisos de mármol blanco, lujosas decoraciones, sillones de cuero oscuro y ventanales que daban paso a intensos halos de luz diurna.

—Si quieres, podemos regresar mañana —Robert lo sacó de sus pesimistas pensamientos regalándole una mueca parecida a una sonrisa.

Louis no pudo ocultar la sorpresa en su rostro y su padre se incomodó. El ojiazul tenía claro que únicamente lo hacía por querer deshacerse de él lo más pronto posible si existía tal posibilidad, sin embargo, era una buena oportunidad que no iba a desaprovechar.

—Bien —asintió levemente y una fracción de su sonrisa volvió.

—Sólo no te metas en problemas —le dio una mirada severa—. Podemos volver las veces que quieras siempre y cuando estés de vacaciones.

—Por mí eso está bien —asintió emocionado esperando que el día siguiente llegara.


Trágicamente Omega|Larry Stylinson|OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora