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Una de las cualidades que Dena tenía por mas ilógico que pareciera, era el ser demasiado paciente, aun si los demás creían lo contrario. Obviamente, ella sabía reconocer que en algunas ocasiones esa cualidad se iba al carajo, como cuando pedía las cosas y sus subordinados o contactos no trabajaban lo suficientemente rápido como le gustaría, porque si pedía algo, era para tenerlas en ese mismo momento. No tenía paciencia cuando alguien estaba jugando con ella, ni tampoco cuando estúpidas necesidades se hacían presentes en el momento menos esperado.


Y por supuesto, odiaba muchas cosas, por ejemplo; que le tocaran los malditos cojones, que por obvias razones, no poseía. Pero el punto era ese, odiaba que jodieran con ella.


Sus pies se detuvieron frente al gran edificio, el cual examinó con una mueca de desagrado. —Así que este es el lugar.


Retomó su camino, ignorando al portero en la puerta que la miró con extrañeza pero que no protestó al verla entrar como si ya hubiera estado en ese lugar miles de veces. Picoteó el botón del ascensor, aunque al notar que este tardaba demasiado se dirigió a las escaleras con un gruñido quedo, sin mencionar que prácticamente estaba a ciegas porque no recordaba en donde estaba o cual era el piso que buscaba, por lo que guiándose de sus instintos –los cuales no estaban funcionando del todo bien- recorrió uno a uno cada piso. Lanzo una alabanza al cielo que solo fueran cuatro pisos con dos apartamentos cada uno.


El bello de su nuca se erizó por un pinchazo y llevándose la mano a la zona, frunció el ceño terminando de subir las escaleras. Escaneo las dos puertas, más sin embargo, se encamino a la del final del pasillo, la que tenía esa extraña aura rodeándola. El pinchazo se sintió una vez más en su nuca y no le hizo falta sumar dos más dos para saber que alguien estaba intentando rastrearla.


—Inténtalo su puedes, maldita bruja –gruño deteniéndose frente a la puerta y saltándose las clases de etiqueta para simplemente tomar el pomo, girarlo con demasiada fuerza hasta romperlo y empujar la madera con la punta del pie.


La recibió el interior de un departamento bastante modesto, a decir verdad, estaba decorado de un gusto varonil y no había divisiones que separara la cocina, el comedor, la sala de estar y la habitación, solo era un espacio abierto con los muebles necesarios y algunas puertas esparcidas en la pared. Era justo lo que se había imaginado le podía pertenecer a un santurrón y aburrido maestro de historia. Aunque lo que llamo su atención y que le sorprendió, fue el sonido de piel rasgándose que provenía de algún lugar dentro, justamente en medio de la sala donde sus ojos se centraron el persona sentada en una silla de madera, quien sostenía un cuchillo en el aire antes de clavárselo en la pierna.


—Nunca pensé que le entrabas al masoquismo –dijo Dena. No hizo falta que alzara la voz para llamar la atención contrario, puesto que esta sabia de su presencia desde que abrió la puerta–. Por lo menos no en ti misma.


Dena pudo percibir el escalofrió que recorrió el cuerpo de Katherine ante su voz, en el cual fue demasiado lenta en ocultar.

— ¿Dena? –la vio parpadear, como si realmente no fuera ella y solo su imaginación.


—Para tu desgracia, la única y en persona.


—Dena –repitió en un susurro quedo. La oji-azul pudo escucharlo aún por encima del sonido de la piel rompiéndose.

Salvatore ➳The Vampire Diaries [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora