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—Tenemos que salir de aquí –Enzo gruñó golpeando los barrotes–. ¡Tenemos que salir de aquí!


Dena lo observó en silencio, sin emitir una sola palabra o parpadear a pesar del espeso humo flotando en el aire. Todo su cuerpo se sentía liviano mientras se mantenía parada detrás del vampiro desesperado, tan liviano como una diminuta pluma cayendo del cielo y no tenía miedo, no estaba asustada por caer hasta el suelo y morir en manos de las llamas del fuego. No sentía absolutamente nada, no había dolor por el hecho de que Damon la hubiera dejado ahí a su suerte, encerrada en una jaula llena de verbena en medio del aparente infierno.


— ¡Ayúdame! –el hombre se giró, sus manos el rojo vivo–. ¡Dena, vamos a morir!


¿Morir?


Tal vez solo Enzo, porque ella no iba a morir.


Los últimos años se había preguntado constantemente porque seguía con su padre aunque ya no tuviera la necesidad de estar con él, de irse por su propio camino para poder hacer sus cosas, sin embargo ahí seguía, y ahora, él la había dejado primero.


Sabes que este momento llegaría, amor mío. Nosotros solo le dimos un empujoncito.


Se ríe entre dientes, provocando que Enzo le mire como si estuviera loca. Y la verdad era que no estaba muy alejada de la realidad.


—Él me dejo aquí –las palabras se atoraron por la risa que se convierte en una carcajada limpia–. Se fue. Se fue sin mí.


Enzo apretó los labios ante el ataque que la mujer tiene, sus carcajadas sonaban por todo el lugar junto al siseo que hacían las llamas del fuego, su rostro pálido apenas visible por el humo.


—Dena...


— ¡Me dejo aquí! –el grito seguido del golpe a los barrotes por parte de Dena lo interrumpen–. ¡Me dejo aquí! ¡A mí, su maldita hija!


Se acercó, sosteniéndola para que no siga golpeando los barrotes llenos de verbena. Entendía lo que Dena estaba sintiendo, entendía que le dolía que alguien tan importante como su padre le hubiera dejado ahí, sin mirar atrás, mandando al demonio todo y demostrándole que verdaderamente no la quería. Porque un padre siempre iba a hacer todo para salvar a sus hijos y Damon no lo hizo.


—Tienes que calmarte –trató de que su voz sonara serena a pesar del caos–. Sé que duele, lo sé, pero no puedes quedarte aquí a lamentarlo.


—M-Me dejo, Enzo...


—Te prometo que lo haremos pagar, te lo prometo, cariño. Una vez que estemos fuera de aquí iremos tras él, no vamos a quedarnos aquí a morir.


—No vamos a morir –susurró separándose del vampiro, las voces en su cabeza riéndose.

Salvatore ➳The Vampire Diaries [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora