26. Un vacío negro

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—Los tiempos cambiaron, tú cambiaste. Acordamos en dejar de matar, en tratar de ser razonables y remediar nuestros errores al seguir a Lucifer —explicó el castaño tratando de hacerle entender a su hermano—. Tenemos libertad, pero tú vas por ahí provocando líos con cazadores y almas... Aprovecha el tiempo que estemos afuera, seamos mejores de lo que éramos en esa época medieval... Por favor, Moah. Hazlo por mí y Belzebú.

El Seguidor que estaba callado caminó con paso rápido hacia Eligor, estaba que ardía de furia. Eligor discutía sin saber las razones.

—¿Qué te hace creer que lo que hago, no lo hago por ustedes? ¿Qué fue lo primero que hice al salir de la Jaula? Oh, sí. Rescatarlos. Pero puedo volverte a meter ahí si sigues molestándome.

—Para eso necesitas a Remiel, el arcángel traidor, y lo has matado luego de que te enseñe la puerta trasera al Cielo -escupió el Seguidor—. Si dices que haces esto por nosotros, déjalo. Preferimos disfrutar nuestra libertad sin problemas con los Winchester u otros ángeles.

—¡¿Es que no entiendes?! ¡Nunca seremos libres si éstos —señaló al moribundo Castiel y al Gabriel desatento—, siguen vivos! ¡Ni hablar de los Winchester! ¡Por eso debo hacer lo que tengo que hacer! ¡Debo sacarnos de esta esclavitud que...!

—Eh, sí, yo. Disculpa —el arcángel interrumpió levantando la mano. Ambos ojos color miel de los Seguidores se posaron en él y su graciosa actitud—. ¿Te falta mucho para terminar el drama?

Todo el griterío, todo la tensión acumulada, desapareció. Castiel, si hubiera tenido fuerzas, dedicaría una mirada de "¿en serio?" a su hermano y luego probablemente estrechar su mano contra su cara. Gabriel no era conocido por su sutileza, pero en ese momento el morocho pensó que los Seguidores se unirían contra él.

Moah se puso en posición para atacar, caminó con rapidez hasta el arcángel, pero su hermano, Eligor, chasqueó los dedos diciendo: "Esto es un asunto entre Moah y yo".

De pronto, el pasto artificialmente verde y extremadamente suave, cambió por un pasto seco, duro y amarillento. Estaban en otro campo, Castiel seguía tirado en el piso y Gabriel seguía parado listo para defenderse. El morocho estaba aguantando con sus heridas, pero la sangre con rapidez caía de sus heridas, dejándolo con aún menos fuerzas. Gabriel dejó caer su espada al ver que ningún Seguidor le perseguía y corrió a su hermano.

Lo sostuvo entre sus brazos viendo las graves heridas. Esas heridas ocasionadas por una espada que era capaz de lastimar la esencia del ángel. Podía curar a su recipiente, pero seguiría demasiado débil para intentar cualquier otra cosa, como transportarse o curar a otros.

—Vamos, Cassie. Resiste un poco, ¿si? —pidió con miedo en la voz. Debía ayudarlo rápidamente, debía mantenerlo despierto e ir con los hermanos y la rubia Winchester. Transportarlo en ese estado podía ser para peor, por lo tanto, pensó como un humano y ayudó a su hermano.

Pero mientras Gabriel lo movía de su lugar, Castiel iba cerrando sus ojos, cediendo a la pérdida de fuerza. Su último pensamiento, fue la sonrisa de Lily.

(...)

Hospital Central de Missouri, 8:31 p.m.

Los dos Winchester salieron de la habitación de Lily. El doctor había insistido en que Lily se quedase ahí la noche, pegada al suero, para que pueda seguir adelante con fuerzas. Sam no se quejó, no quería a la rubia débil contra las noticias que le esperaban. Dean quería lo mismo que su hermano, pero el tener que pagar una noche en un motel cercano le molestaba.

El castaño le dejó su celular a la rubia, puesto que sus pertenencias se habían perdido en el secuestro y la tortura. Pidió que ante cualquier cosa, presionara el marcado rápido, el cual era el celular de Dean. Lily asintió asegurándose de que sus dos hermanos se fueran tranquilos a descansar.

Black Wings [Supernatural]Where stories live. Discover now